El chino y el japonés son
lenguas que sólo se parecen entre sí en que su escritura es ideográfica y en
que sus hablantes son xantodermos y de ojos rasgados. También tienen en común,
aunque esto es exógeno e incidental, el hecho de que nosotros no somos capaces
de diferenciarlos y los parodiamos y caricaturizamos como si fueran lo mismo.
El caso flagrante es el de la rotación de “r”
por “l” en la pronunciación de lenguas indoeouropeas.
La cosa es simple. Los japoneses tienden a rotar “r” por “l”. Los chinos no, en ningún caso.
O sea, los chinos no dicen “si lompe el vidlio
paga” En general es al revés, su dificultad en pronunciar la L, en posición
líquida o precedida de otra consonante, los hace rotar “l” por “r”; exactamente
al revés de los chistes que pueblan nuestros mundo mediatizado.
El chino puede cambiar “pueblo” por “puebro”,
“árbol” por “arbor”, pero jamás dirá “albol”, eso es pronunciación japonesa. Y
donde más dificultad tendrá será en pronunciar “pleito”, que rotará, aunque no
directamente a “preito” si no en realidad a “pereito” o, si ya lleva algún
tiempo de “paráctica”, a “peleito”; en suma, su dificultad tiene menos que ver
con la “l” que con los sonidos formados por dos consonantes, a los cuales
necesita intercalar una vocal muy breve.
Bueno, la cosa es algo más compleja, y bastante
interesante. La composición que hizo, hace mucho tiempo, Juana Molina sobre el
habla de los chinos en castellano fue impecable.
Lo que es seguro es que los chinos no hablan en
japonés. No, al menos, como primera lengua, ni menos aún como lengua de
transferencia al inglés o el castellano.
jueves, 29 de diciembre de 2016
martes, 27 de diciembre de 2016
A mis hijas.
No prometo, hija, impedir que tropieces ni estar pegado a ti para asistirte
en la caída. Te estorbaría mi excesiva protección, y te haría extremadamente
dependiente. Pero prometo estar ahí para cuidar tus raspones.
No prometo, hija, heredarte mi experiencia. No podría ser tuya. Tendrás que
adquirirla en carne propia. Pero prometo estar disponible cuando solicites mis
consejos.
No prometo, hija, solucionar tus problemas, aunque lo haría todo por ti. La
solución suele estar en tus manos y no en las mías, pero prometo ayudarte en lo
posible y escucharte cuando quieras desahogarte.
No prometo, hija, evitarte sufrimientos, no puedo cegarte a la realidad,
pero a veces sufrir es necesario para aprender a ser fuerte, pero prometo
ofrecerte mi hombro cuando necesites consuelo.
No prometo, hija, darte todo lo que quieras. En todo caso es mejor que
aprendas a dar. Los caprichos y las modas no son importantes pues se olvidan en
cuanto se consiguen, pero prometo hacer el mayor esfuerzo para darte lo
necesario.
No prometo hija, que serás tú el centro de mi atención, necesito también
atender otros asuntos por tu bienestar y el de toda la familia, pero prometo no
descuidarte y dedicar un tiempo especial solo para ti.
No prometo hija, caerte bien en todo momento, a veces no te gustara lo que
yo diga o haga, porque tengo la obligación de guiarte por el camino correcto.
Pero prometo no maltratarte ni humillarte cuando te corrija.
No prometo hija, que serás una niña mimada, a la larga te haría mucho daño.
Pero prometo que serás mi niña querida.
No prometo hija, estar a tu lado siempre. Soy mortal como cualquier humano.
Pero prometo enseñarte que existe un ser superior, que sí es eterno, a quien
podrás acudir siempre que quieras.
No prometo hija, ser un padre perfecto, pero prometo poner todo mi amor en
el intento.
(No conozco al autor/a)
martes, 20 de diciembre de 2016
Hay amigos
Hay amigos
eternos, amigos que son de piel y otros que son de piedra.
Hay amigos del
tiempo, de la escuela, del trabajo, de la facultad.
Amigos que se
aprenden, otros que se elijen y amigos que se aceptan.
Amigos del alma,
del corazón, de la sangre.
Hay amigos de
vidas pasadas, amigos para toda la vida, amigos que son más que amigos. Amigos
que son como hermanos y otros que son como padres.
Hay amigos que
se ven y otros que se escriben.
Por supuesto que
hay amigos que se van, que nos dejan; otros que vuelven y otros que siempre se
quedan.
Hay amigos
inmortales, amigos en la distancia.
Amigos que se
extrañan, que se lloran si se piensan.
Amigos que se
abrazan, que se miran.
Amigos del
pueblo, de noche y de día.
Hay amigos
hombres y amigas mujeres.
Amigos que
deliran y otros que son poetas.
Los hay para
hablarnos de todo, amigos con los que no hace falta decirnos nada.
Amigos nuevos, amigos
viejos, viejos amigos.
Hay amigos sin
edad, los hay gordos y flacos.
Hay amigos que
no siempre nos llaman y que no siempre llamamos, pero siempre están.
Amigos de hace
mucho tiempo, de poco tiempo, amigos de hace una hora y desde ahora.
Hay amigos que
dejamos ir, otros que no pueden venir, amigos que están lejos y amigos del
barrio.
Hay amigos de
las palabras, de la calle, de los bares.
Hay también
amigos invisibles, amigos sin lugar…
Amigos míos,
amigos tuyos, amigos nuestros. Amigos en común, amigos del teatro, de la
música.
Hay amigos que
están tristes, otros que están alegres, amigos que están en la luna y otros en
el cielo.
Todos,
todos los amigos tienen algo en común: son indispensables y los llevamos en el
corazón.
jueves, 1 de diciembre de 2016
Rapidez mental con humor (caso 2)
Un señor estaba
sentado en el avión al lado de una simpática nena. El hombre miro a la nenita y
le dijo: “Charlemos. He oído decir que los vuelos parecen menos largos si uno
conversa con la persona que tiene al lado”.
La niña, que
acaba de abrir un libro para ponerse a leer, lo cerró lentamente y dijo con voz
muy suave. “¿sobre qué le gustaría conversar?”
“Pues, no sé”,
dijo el hombre. “¿Qué tal física nuclear?” Y mostro una gran sonrisa.
“Bueno”, dijo
ella, “Ese parece ser un tema interesante, pero déjeme hacerle una pregunta
primero.. Un caballo, una vaca y un ciervo comen lo mismo: Pasto. Pero el
excremento del ciervo es como bolitas pequeñas, el de la vaca es una pasta y el
del caballo parece una pelota de pasto seco. ¿Por qué cree usted que sucede
esto?”
El señor,
visiblemente sorprendido por la inteligencia de la nena, lo pensó un momento y
luego dijo: “Hmmm, no tengo ni idea…”
A lo cual la
delicada y dulce nena contesta:
“¿De verdad se
siente calificado para discutir sobre física nuclear, cuando no puede opinar
sobre una mierda?”
Rapidez mental con humor (caso 1)
Un profesor esta
almorzando en el comedor de la universidad. Un alumno viene con su bandeja y se
sienta al lado del profesor.
El profesor,
altanero, le dice: “Un puerco y un pájaro no se sientan a comer juntos”
A lo que el
alumno contesta: “Entonces, me voy volando”. Y se cambia de mesa.
El profesor,
verde de rabia, decide aplazarlo en el próximo examen, pero el alumno responde
con brillantez a todas las preguntas, entonces le hace la siguiente pregunta:
“Usted está
caminando por la calle y se encuentra con una bolsa, dentro de ella hay un paquete con sabiduría y otro con mucho dinero ¿Cuál de los dos se lleva usted?
El alumno
responde: “El dinero”:
El profesor dice:
“yo, en su lugar, hubiera agarrado la sabiduría ¿no le parece?”
“Cada uno toma
lo que no tiene!” responde el alumno.
El profesor,
histérico ya, escribe en la hoja del examen “Idiota” y se la devuelve.
El alumno toma
la hoja y se sienta. Al cabo de unos minutos se dirige al profesor y le dice:
“Señor, me ha firmado la hoja pero no me puso la nota”
martes, 29 de noviembre de 2016
Porque nos decimos "che"
Nuestro idioma castellano fue impregnado y enriquecido con expresiones
propias de las lenguas quechua, mapuche, guaraní y otras que aportaron una
enorme y significativa variedad de palabras. En cuestiones de identidad e imagen,
centramos la atención en la palabra “che”, una interjección usada en el Rio de
la Plata para dirigirse a una persona. “Che” contribuyó a la definición de
nuestra identidad como ciudadanos argentinos, a tal punto que en una época
fuimos conocidos como “los che”. Es un término que cuenta con orígenes locales,
dado que muchas de las culturas pre hispánicas eran conocidas gracias a esta
raíz (pueblo/gente/tribu).
“Che” es una raíz diseminada por los cuatro puntos cardinales,
identificando a diversas culturas ancestrales: Mapuche (gente de la tierra),
Tehuelche (gente bravía), Huilliche (gente del sur), Picunche (gente del
norte), Puelche (gente del este), Ranculche (gente del noroeste), Pehuenche
(gente de la zona del pehuén). Denominaciones asociadas: Pichinche (poca
gente), Bochinche (gente bulliciosa).
La voz indígena “che” tiene disímil significado según provenga de la lengua
mapuche o guaraní. En guaraní significa “ego, yo, mío” por lo que si alguien de
ese origen dijera “che señora” si bien suena a confianzudo, se trata en
realidad de un respetuoso “mi señora”.
Habitualmente empleamos indistintamente sinónimos propios de este mestizaje
lingüístico: cachete-mejilla, chapar-apropiar, chinchulín-intestino,
chirle-aguado, chupao-ebrio, chusma-chismoso, chacra-granja, cucha-casilla,
gualicho-brujería, mushi-gato, yapa-agregado, chalchalero-zorzal,
chucho-escalofrío, guacho-huérfano, carpa-tienda, manta-abrigo, opa-zonzo,
nana-lastimadura, pampa-llanura, pilcha-ropa, poncho-manta, pupo-ombligo,
upite-ano, chancho-cerdo, vincha-faja, usuta-sandalia, yuyo-hierba, y así
cientos más como: achura, choclo, pucho, morocha, gaucho, mamá, tata, chaucha,
chúcaro, chacarera, papas, pichi, ñudo, humita, pochoclo, cuco, chiripá, chiruza
y canchero.
Palabas que permanecen vivitas en nuestro lenguaje cotidiano, a modo de una
más que interesante “penetración cultural indígena”.
Es sorprendente que las empleemos desconociendo su origen.
(resumen de una nota de Carlos Medrano en su columna del periódico “La Cita”)
sábado, 15 de octubre de 2016
¿Cómo era el primer libro?
¿Cómo
era el primer libro, estaba impreso o escrito a mano...?, ¡no!.
¿Estaba
hecho en papel o sobre alguna otro material...?, ¡no!.
¿Se
lo podría hallar en alguna biblioteca...?, ¡no!
El
primer libro no se parecía en nada a los de nuestros días. El primer libro no
descansaba en un estante. Tenía manos y pies, hablaba y hasta cantaba... se
trataba de un libro vivo: El Hombre. No sabía leer ni escribir; no existía el
papel ni la tinta, ni la pluma, él mismo
era el libro, pero todavía no lo sabía...
Las
tradiciones de los antepasados, las leyes y las creencias, se conservaban en la
memoria de los Hombres. Estos morían pero sus conocimientos se transmitían de
padres a hijos pasando de un oído a otro. Existen aún muchas historias que
todavía perduran, pero jamás fueron escritas, como los cuentos de hadas y las
leyendas.
Hace
mucho tiempo, en Grecia, se tenía la costumbre de cantar la Ilíada y la Odisea
que eran la guerra entre los Griegos y los Troyanos. Transcurrieron siglos
antes de que se escribiera lo que se cantaba. En una época más cercana a
nuestro tiempo, los mensajes y las cartas se transmitían oralmente con
mensajeros que los memorizaban y luego repetían al destinatario. Hacía falta
una memoria increíble... sobre todo cuando se enviaban varios correos.
Hace
muchísimos años, un anciano, para no olvidar los recados, hizo un nudo en el
pañuelo que le recordaría lo que debía hacer pero al tener varios temas que
resolver, los nudos perdían su importancia por no tener una simbología clara.
Si éste hombre hubiera hecho nudos diferentes y a cada uno la representación de
una letra o palabra, hubiera sido más fácil. Cualquiera podría descifrar su
ayuda memoria.
Estas
“cartas nudo”, efectivamente existieron. Así escribían los Tártaros, los
Persas, los Mexicanos y los habitantes de Perú; éstos últimos eran muy hábiles
en el uso de este sistema. En lugar de pañuelos, utilizaban cuerdas. Una,
bastante gruesa a la cual se ligaban una franja de bramantes multicolores de extensión y grosor
diferentes. Se hacían nudos en estos bramantes que cuanto más cerca estaban de
la cuerda principal, más importante era el mensaje. Así mismo, los colores eran
vitales; un nudo negro significaba la muerte, uno blanco era dinero y paz, uno
rojo implicaba guerra, uno amarillo, oro y si era verde, se refería al pan.
Los
nudos sin color significaban cifras: los nudos simples eran las decenas, los
dobles las centenas y los triples millares.
Leer
una carta de éste tipo era muy difícil, había que tener en cuenta el grosor de
la cuerda, la manera como estaban hechos los nudos, cómo se situaban y además
los colores. En Perú, a este sistema alfabético se lo denominaba Kwipa.
Un
sistema similar tenían los indios Hurones y los Iroqueses, que utilizaban
caracoles de colores y de distintos tamaños que ataban a un hilo, reemplazando
así a los nudos. Lo más importante era el color:
El
blanco quería decir paz.
El
negro era de mal augurio, significaba muerte.
El
amarillo era Oro o un tributo.
El
rojo la guerra o un peligro.
Esta
forma de comunicación perduró en el tiempo, La marina estableció un alfabeto
completo de pabellones izados sobre un mástil y también los ferrocarriles
utilizaban esta estrategia.
Era
un sistema de escritura avanzado en su época que podía resultar difícil de
interpretar si no era acompañado por un correo que a viva voz lo tradujera
textualmente.
Supongamos
cuatro conchas marinas suspendidas de un bramante: una blanca, una amarilla,
una roja y una negra; el mensaje podía ser:
“Haremos una
alianza con ustedes si nos pagan un tributo, pero si no aceptan pagarlo, les
haremos la guerra y los mataremos a todos.”
El
mismo mensaje también podía
interpretarse como:
“Les pedimos hacer
la paz y estamos dispuestos a ofrecerles oro. Nosotros pereceremos si la guerra
sigue.”
Para
evitar males mayores, aquel que enviaba un mensaje o una carta, debía llevarlo
y leerlo personalmente y en voz alta para evitar malas interpretaciones. El
mensaje no podía reemplazar a una persona…
En
las cavernas de Francia y de España, se hallaron dibujos que no sólo contaban
las historias de las cacerías que se hacían sino que también nos cuentan las
creencias de estos hombres prehistóricos. Si bien estas figuras eran muy
aproximadas a la realidad, lo cierto es que no eran suficientemente expresivas
para que nosotros pudiéramos llegar a saber que pensaban aquellos artistas que
dejaron sobre la roca sus imágenes de lo cotidiano.
Los
jeroglíficos egipcios, constaban también de dibujos. El francés Champollión, a
mediados de 1822, tras largos estudios y análisis de los mismos, llegó a la
conclusión de que algunos símbolos
podían representar tanto palabras enteras como sílabas o sólo letras. Los egipcios utilizaban a menudo este medio para dibujar
un nombre que no se podía representar de otra manera. Por ejemplo, “escarabajo”
en egipcio se escribe hpr (los egipcios
omitían las vocales). Pero al verbo Ser,
se lo designa igualmente por la misma
palabra: hpr, entonces, cuando debían
escribir la palabra ser dibujaban un
escarabajo.
Con
el tiempo algunas imágenes fueron reemplazadas por sílabas y finalmente por
letras; y de esas letras deriva nuestro alfabeto.
¿Por
qué cambiaron las letras?, porque la vida de los hombres cambia. Las tribus
nómadas pasaban de la caza a la agricultura y a la ganadería. Los hombres se
hicieron comerciantes o artesanos, y era imposible para ellos hacer dibujos
precisos de todos sus bienes y mercancías. Aquí aparecen por primera vez los
signos especiales para marcar la propiedad. El signo suprime cada vez más el
dibujo. La escritura de los Persas y de los Babilonios, ya no los contiene, ya
se manejan con una serie de líneas y trazos sobre tabletas de arcilla con un
bastón puntiagudo. Obteniendo trazos finos y con forma de cuñas, de ahí surge
el nombre de escritura “cuneiforme”. Esta escritura, también compleja, fue descifrada por el profesor Grotefend tras el
estudio de las piedras funerarias de los reyes persas.
Así como fueron
desapareciendo las tabletas de arcilla, también fueron utilizándose cada vez
menos la carta y el sobre de papel con su correspondiente estampilla… y
llegamos a la maravilla de los correos electrónicos y es gracias a una
irrefrenable necesidad de superación, y a enormes esfuerzos en el estudio de
antiguas culturas, que logramos obtener el sistema de comunicación que tenemos en
éste momento, que hace posible leer un texto, de los infinitos que hay; por
ejemplo, uno que hable sobre el origen de la escritura!, una historia sobre la que todavía queda mucho
por decir.
Un pequeño resumen de mitología Celta
Una vez
lanzada a rodar, si una leyenda encuentra un eco positivo en los sentimientos y
necesidades populares, el hombre común la adopta y la embellece para su propia
satisfacción; la incorpora a su vivir cotidiano, la modifica, la pule, adapta
los personajes y su entorno a los tiempos que corren, cambia los ejes de
atención, amplia o reduce el protagonismo de los participantes y finalmente la
comenta y la transmite… pero, rara vez la pone en tela de juicio.
Con el paso
del tiempo, los pueblos se ponen en contacto entre si y comienzan a
intercambiar sus patrimonios culturales, y entonces sus temas, protagonistas y
costumbres, se mezclan, la leyenda deja de ser patrimonio de unos pocos para
pasar a ser una herencia de toda la humanidad.
La tradición
Celta, es una de las más ricas en lo que
respecta a mitos y leyendas, en toda la historia de la humanidad. Sus tramas
basadas en tradiciones que datan desde antes del siglo X a.c. hasta aproximadamente el siglo VII d.c. que
fue cuando se comenzaron a recopilar en forma escrita las primeras tradiciones
orales, abarcan infinidad de temas, entre las que se cuentan historias de
guerras y conquistas (como las narraciones de Tuan McCarrel) y proezas bélicas
de dioses, semi-dioses y héroes… y situaciones mágicas, hechizos, talismanes y
encantamientos. También abundan los personajes y objetos reales y míticos con
poderes y características preternaturales como los Tuatha de Danann, los aterradores
Formoré, Los dragones de Lludd y los gigantes como el rey Bran.
Si bien gran
parte de los mitos originales de la historia antigua de Erín se han perdido,
muchos de ellos han llegado a nuestros días gracias a un conjunto de “códices”,
antes mencionados, que fueron recopilados entre los siglos VII y XII por un
grupo de monjes amanuenses, a partir de las narraciones orales relatadas por
los escasos Filidh sobrevivientes de la época Druídica. Los sacerdotes Celtas
no pueden haber ignorado temas tan trascendentales para la comunidad humana
como la creación del mundo, el origen del hombre etc, sin embargo los druidas,
confinando la parte conceptual de estas informaciones al ámbito de los
iniciados, lograron restringir en el pueblo gran parte de la curiosidad y el
instinto de investigación. Como consecuencia de estas medidas, la literatura
celta más antigua que se conoce, no comienza por el origen del universo, como
en la mayoría de las culturas antiguas, sino por el nacimiento y la evolución
de las regiones y gobiernos involucrados.
Acerca de
estos manuscritos, cabe destacar que mientras en el resto de Europa la
comunidad cristiana ignoraba o despreciaba las creencias tradicionales, los de
la antigua Erín, optaron por preservarlas, pero muchas historias fueron
“cristianizadas” suprimiendo las referencias paganas, Se copiaron versiones con mucha fidelidad,
pero los personajes eran humanizados y ya no tenían poderes “mágicos”.
De esta
época, perduraron dos manuscritos principales: El Eireann y el Mabinogion.
De los
celtas nos llegaron muchos términos que todavía conocemos y utilizamos. El
término “hada” deriva de Fatum (destino), que se transformó en el francés Fee, del que
nacen las palabras inglesas Fey y Fairy, que en español dio origen a “feerico”
o sea: Lo relativo a las hadas”.
El término
“hada” tiene un significado muy amplio ya que involucra a todos los seres
elementales masculinos y femeninos que componen la familia de la “gente
pequeña”. Pero para unificar criterios se comenzó a utilizar el término “hada”
para las entidades femeninas: Sirenas, Elfinas, brujas, Banshees etc. Y Elfos
para nombrar los personajes masculinos: duendes, gnomos, murrughach, silfos y
otros. Los Elfos están divididos en varias especies, en cualquier caso no son
ni buenos ni malos, son criaturas extrañas, poseen un poder mágico
incomprensible para el hombre… no sienten ni piensan como los humanos y eso los
hace encantadores algunas veces y nefastos al minuto siguiente.
(Continuara…..)
Un relato de revistas
(Un relato escrito con nombres de revistas argentinas, algunas ya no existen...)
Siete días, Para tí, Ahora, Conocer
y saber, Mujer, Fortuna, Chacra, Luna, Noticias, Segundamano, Aire Libre, La
Maga, Clarín, Muy Interesante, Selecciones, Caras, Perfil, Hola, Mía, Crónica,
Foco, Caza y Pesca, Olé.
Te conocí hace sólo SIETE DIAS, había
tanta gente… ¡ PARA TI, tal vez no
haya significado nada en especial, pero para mi fue algo extraordinario. AHORA creo en el amor a primera
vista. Mis amigos me dicen, me insisten
(y bastante), en que es necesario, es indispensable CONOCER Y SABER mucho sobre una
MUJER como para saber si es
la persona que buscamos para compartir con ella toda una vida. Quisiera poder tener una FORTUNA para darle todo lo que quiera, pero lo cierto es que apenas
vivo en una CHACRA. Ahí veo la LUNA cada noche y sueño con vos, pero
pasan los días y no tengo NOTICIAS tuyas,
ni siquiera de SEGUNDAMANO ! Nadie
sabe nada de vos. Desapareciste de todos los lugares donde frecuentabas. Paseo
al AIRE LIBRE como un loco, buscando
LA MAGA que me diga cómo
encontrarte… quisiera decirte tantas cosas ! No me diste tiempo para contarte
que soy músico, me dedico a instrumentos de viento. Doy clases incluso y la
verdad que me hubiera gustado enseñarte a tocar el CLARIN, más que nada para que aprendas técnicas que nadie te
enseñaría como yo. Te resultaría MUY
INTERESANTE descubrir todo lo que podes llegar a aprender ! Tal vez , con
mi experiencia y la tuya, podrías tocar de una manera fantástica y también
podrías dedicarme las mejores SELECCIONES
de lo que haces… estoy seguro que nuestras CARAS
tendrían un gesto de felicidad al escuchar los resultados. Durante los
pocos minutos que conversamos, descubrí tu rostro perfecto, tanto como tu
cuerpo… de frente de PERFIL… de
cualquier lado… Como me impactó cuando me dijiste HOLA ! pensé en ese momento que quería hacerte MIA y que junto a vos podría escribir la CRONICA de un amor perfecto haciendo FOCO en un sentimiento instantáneo que nació como un rayo, y así
duró.
Sólo una palabra me dijiste y nunca más te vi. Me iré solitario, otra vez,
a mi chacrita a vivir de la CAZA Y PESCA,
y en la quietud del campo, soñar que algún día te volveré a ver y no me hagas OLE !
Rubén Chamorro
viernes, 14 de octubre de 2016
Cuando yo me vaya
Cuando yo me vaya no
quiero que llores, quédate en silencio sin decir palabras. Vive recuerdos,
reconforta el alma. Cuando yo me duerma, respeta mi sueño, por algo me duermo;
por algo me he ido. Si sientes mi ausencia, no pronuncies nada y casi en el aire,
con paso muy fino, búscame en casa; búscame en mis libros, búscame en mis
cartas y entre los papeles que he escrito apurado.
Ponte mis camisas, mi
sweter, mi saco y puedes usar todos mis zapatos. Te presto mi cuarto, mi
almohada, mi cama y cuando haga frío, ponte mis bufandas, Te puedes comer todo
el chocolate y beberte el vino que deje guardado. Escucha ese tema que a mí me
gustaba, usa mi perfume y riega mis plantas.
Si tapan mi cuerpo no me
tengas lástima, corre hacia el espacio, libera tu alma, palpa la poesía, la
música, el canto y deja que el viento juegue con tu cara. Besa bien la tierra,
toma toda el agua y aprende el idioma vivo de los pájaros. Si me extrañas
mucho, disimula el acto, búscame en los niños, el café, la radio y en el sitio
ese donde me ocultaba. No pronuncies nunca la palabra muerte. A veces es más
triste vivir olvidado que morir mil veces y ser recordado.
Cuando yo me duerma no
me lleves flores a una tumba amarga, grita con la fuerza de toda tu entraña,
que el mundo está vivo y sigue su marcha. La llama encendida no se va a apagar
por el simple hecho de que no esté más.
Las personas “viven”, no se mueren nunca, se duermen de a ratos, de a ratos
pequeños, y el sueño infinito es sólo una excusa.
Cuando yo me vaya,
extiende tu mano y estarás conmigo sellada en contacto y aunque no me veas, y
aunque no me palpes, sabrás que por siempre estaré a tu lado.
(No sé quién
es el autor)
miércoles, 29 de junio de 2016
La narrativa: El cuento y la novela.
Toda narración
está dirigida a un auditorio, aunque el escritor no tenga presente a su interlocutor.
Este género es el que se basa en el relato de hechos, acontecimientos o
sucesos, por lo que supone la existencia de un narrador que cuenta algo que ha
sucedido. La función del narrador se fue modificando en el transcurso del
tiempo, desde aquella primitiva épica del juglar o bardo (de aquí surge el término
“bardero”) que cantaban o recitaban hechos heroicos. Con el acto de escribir,
el relator se convierte en una figura creada por la ficción del autor.
En el hecho que se narra confluyen varios elementos estructurales que
forman el mundo creado por el escritor y
que son: los personajes, el espacio, el tiempo y fundamentalmente, todas las
acciones y acontecimientos.
En la actualidad, el cuento y la novela son las formas narrativas
predominantes. Expresan hoy lo que en otros tiempos fue patrimonio de la
epopeya, la crónica, de mitos, de las memorias, del folclore y también de las
leyendas heroicas. Todas estas formas son generadoras de las dos especies
literarias que, actualmente, son las de mayor difusión: Cuento y novela.
Las diferencias entre
cuento y novela.
Al surgir en un mismo terreno, el cuento y la novela tienen puntos de
contacto. Ambos proporcionan un conocimiento de la realidad y enriquecen al
lector al multiplicar, a través de la ficción, sus experiencias vitales y al
detectar en los personajes ficticios algunas claves de su propia vida. Otro
punto de acercamiento, sobre todo en la narrativa actual, es el propósito de
entretener e interesar al lector. Sin embargo, entre cuento y novela existen diferencias fundamentales,
tal como la extensión.
El carácter durativo de la novela permite un desarrollo argumental mucho
más amplio, la inclusión de mayor cantidad de personajes, descripciones
espaciales y temporales más detalladas, frente a la brevedad y concisión esenciales
al cuento. La novela da una visión total, y más compleja, de sucesos heterogéneos.
El cuento en cambio, enfoca un aspecto parcial de la realidad, pero con
intensidad, y no admite una lectura interrumpida porque exige concentración;
presentando una trama concentrada en tensión y peripecias para lograr un efecto
único. Ni una palabra debe estar en el cuento si no responde a la necesidad de
síntesis y unidad. Su extensión no admite
digresiones de espacio y tiempo ni multiplicidad de personajes.
(Continuara…)
miércoles, 25 de mayo de 2016
El árbol
Brilló
el sol tibio. Como vergonzoso, intentaba desperezarse detrás de una nube… una
nube que podía tener forma de oveja o de ángel, que podía parecer una montaña o
una muñeca pálida y con trenzas. El viento fuerte que soplaba allá, muy alto, las transformaba
en todo aquello que uno deseaba ver.
Don
Beto se asomó por la ventana, con su sonrisa desdentada y una mirada nostálgica
y estudió detenidamente el panorama de una calle que aún no despertaba. Con sus
manos, ya torpes, cruzo sobre el pecho la bufanda negra, dejando cada extremo
bajo las axilas y luego se puso el grueso pullover negro. Ahora sólo faltaba la
campera de corderoy marrón que tenía desde hacía muchos años y la gastada boina
negra.
Su
paso era lento y a veces vacilante, pero siempre había una silla cerca, de la
que podía agarrarse por si acaso tuviera un tropiezo. La vista, que había
desmejorado mucho en los últimos años, aconsejaba no cambiar los muebles de
lugar porque, durante sus habituales caminatas nocturnas, podría llegar a
golpearse. “el orden implica seguridad…” afirmaba siempre.
Todos
los días se le hacían largos, sin embargo, sabía que a pesar de esto, las hojas
del almanaque caían cada vez más rápido, aunque eso, no por írónico dejaba de
ser cierto.
El agua de la pava soplaba y silbaba una nube
transparente de vapor, urgida por el fuego que la consumía; Don Beto tomo la
pava de la manija de madera negra, semi quemada por las veces que quedaba
inclinada sobre el costado y se recalentaba con la llama que se asomaba,
provocadora, por el lateral de aluminio abollado; y su mano de piel oscura,
gruesa y encallecida, no se inmutó por la temperatura. Se sirvió su
acostumbrado té con leche mientras su mente hurgaba el baúl de los recuerdos y
planificaba su nuevo día, que por cierto, no era uno cualquiera. El de hoy era
un día muy especial. En silencio desayuno tranquilo y entre sorbo y sorbo de la
taza, otra sonrisa le levantaba ligeramente las mejillas. Después de ordenar la
cocina, miró nuevamente por la ventana hacia la calle y pensó: “Ya es hora…”
Tomo
una vieja silla y la llevó, arrastrándole una pata, hasta la vereda. Volvió hasta el
patio por una escoba y pacientemente empezó a barrer; despejó de ramas y hojas todo el espacio que cubría su
añoso árbol, luego tomó asiento en lo que sería su improvisada escalera y se quedó allí, sólo…
esperando; solo esperando…durante horas.
Desde
el otro lado del cerco, lo observó su
vecino, quien intrigado por la actitud tan pasiva del viejito, le pregunto si
necesitaba algo, si le podía ser útil. El frío, pensó, no le haría bien a su
edad. Don Beto, agradecido, le contesto
que no precisaba nada, que nada mas tenía que esperar. Esperar. La cara
de desconcierto que despertó su respuesta lo llevó a ser un poco mas explicito
con sus palabras, que por cierto, nunca le faltaban.
“Este
árbol lo plante el dos de Mayo de 1933, a las cuatro de la tarde… no es
cuestión de memoria; lo plante con la ayuda de mi viejo el día que cumplí diez
años. El me dijo: ¡anota en alguna parte lo que hiciste este día ¡. Y así lo
hice, con un clavo, en el revoque de la pared… ¡ todavía se puede leer ! Hoy a las
cuatro de la tarde se cumplen setenta años… mire como está el pobre árbol, está
agotado, ya no da más… ¿se imagina cómo estará
por dentro ?, míreme a mí, se puede imaginar cómo estaré por dentro… En
ese árbol me trepé de chico para jugar y también para esconderme de alguna
paliza bien ganada, y en él hicieron lo mismo mis hijos y mis nietos; y de su
leña calentaba el agua en la cocina económica hasta que pudimos hacer la
cañería para conectar la garrafa, ¡esto fue poco tiempo después de instalar la
luz ! Un día, cuando me sentí vencido
por la vida, busqué y elegí su rama más gruesa y una soga… ¡qué época…! Y por
casualidad, vi que alguien, alguna vez, le ató un alambre en esa rama, que la
estaba lastimando, cortando. Pensé: ¿cuánto me dolería tener un alambre igual
en el brazo?. Así que fui a buscar las herramientas y se lo
quité; y tarde tanto que tuve tiempo de pensar : no te voy a lastimar también
con mis problemas… será otro día.
Eso
fue en 1972… ¡que año…!
Ya
pasó tanto tiempo… tanto pasó en este tiempo que ya pasó… ¡ y hoy cumplimos
años ! y decidí guardar dos recuerdos de mi árbol, como un regalo ¿sabe?. Voy a
esperar que caiga la primera hoja, después de las cuatro de la tarde para
guardarla. Esa será la más débil, la más la más inocente, la más ingenua; como
nuestros sentimientos más profundos, como el yo interior y escondido que cada uno tiene, necesitan ser
protegidos para que no se pierdan. Pero también voy a esperar la última hoja
que caiga de mi árbol. Esa será la más fuerte, la más astuta, la más hábil, la
de mayor voluntad; como aquello que necesitamos para proteger nuestra parte
frágil, siempre expuesta y vulnerable. A esa hoja hay que cuidarla, no hay que
perderla. Las dos hojas son los extremos de la vida que se tocan…”
La
última hoja finalmente cayó. El vecino preocupado y atento la observó caer en
un zigzag suave, sin el menor ruido, lenta y tímida, en paz, como la paz que
sentía don Beto; con la misma serenidad con que se detuvo la ambulancia frente
a la casa del viejito, quien sin perder su sonrisa desdentada, se llevo entre sus manos dos hojas y se perdió
atrapando sueños.
Rubén
Chamorro ´99
martes, 24 de mayo de 2016
Contracara
Un loco
mediático deplora verdades vendidas por
monedas
y clama por
cordura a un cuerdo que dice locuras.
Poca fortuna de
unos y mucha de otros;
y entre todos
ellos, hay quienes se aferran a la rama
como la última
hoja del árbol y son, en verdad,
sordos de
entendimiento y ciegos de corazón
que saltan la soga sobre un piso de brasas que,
hambrientas, lastiman sus
pies descalzos.
Todos heridos,
todos enfermos,
todos quieren lo
mismo desde su propia realidad.
Los dramas no
ceden para unos
como los
placeres no se escapan para otros.
Somos como
medias guardadas en un cajón,
un bollo
invertido esperando que nos usen;
mostramos nuestro interior inocente que,
vulnerable, cae bajo el
latigazo de la hipocrecía.
R.Chamorro `99
Busqueda
En un valle de soles
descansa el sueño de un sueño,
lejano de las falacias y olvidado de
ayeres,
que con un orgullo heráldico y
etiquetado
busca desesperado su propia sombra,
bebiendo su sed, que raspa su carne,
como un mal recuerdo.
Es el sueño de un sueño que vive en
otro plano,
convencido de que es en sus plantas
donde se apoya el mundo, que gira,
sólo porque él da un paso.
Sueño que vive,
porque vivir quiere,
pero no como quiere,
apenas, si como puede.
RC ´02
miércoles, 18 de mayo de 2016
Piedra rota
Parte una
estrella rota.
El infinito
prepara sus brazos para atraparla
y el Hombre,
prisionero, no puede más que mirar
y tratar de
comprender.
Pobre Hombre,
con sus pies encadenados
al adoquín
milenario de la vieja calle.
El espacio se
contorsiona, se despereza,
y no podemos ser
más que testigos,
minúsculos
testigos de todo y de la nada
porque no somos
capaces más que de comer
la carne nuestra
propia ignorancia
y beber la
sangre de nuestra idiotez extrema.
Cae la tierra
cósmica sobre nuestros ojos ciegos
y gesticulamos
bailes perversos
al son de
clarines que nos ensordecen,
agobiantes
clarines hechos de huesos
de sabios no tan
sabios.
En la mente
cuelgan ideas de éxtasis,
mientras que los
genios no tan genios,
que sólo son menos
ignorantes que los ignorantes,
tratan de
inventar la justificación
de una piedra
rota, que vaga,
perdida entre la
nada y más allá de la nada
recorriendo el
todo,
con la insensata
creencia paranoica
de llegar a
saber, quién,
en la inmensidad
del universo
arrojó la
primera piedra.
R.Chamo
lunes, 18 de abril de 2016
El partido
Debía llegar a
una reunión a las seis de la tarde, pero todavía faltaba mucho para esa hora. Camine
lentamente, cada vez más. Me detuve en cada puesto de diarios y revistas que
encontré, para leer las mismas tapas de los mismos diarios y de las mismas
revistas… deje que cada semáforo pasara dos o tres veces por el verde que me
habilitaba el paso y, aún así, el reloj casi no se movía. Lo ideal, lo lógico, lo
más cómodo, era tomar un colectivo para hacer el tramo de treinta y dos cuadras
que tenía por delante pero, ¿para qué?, si tenía tiempo de sobra. Caminar es
saludable y después de ese paseo, me sentiría más sano, más fuerte pero, seguramente,
también más cansado; para cuando esto último ocurrió, me sentí casi feliz de
encontrar una plaza. Banco de cemento ante mis ojos. Me senté mirando hacia la
avenida pero enseguida me di vuelta para ver al grupo de pibes que jugaban a la
pelota en una canchita imaginaria, entre árboles y canteros. Los chicos tenían
entre siete y catorce años, según mi estimación. Al equipo de mi izquierda lo
llame “a”, y al de mi derecha “b”. Todos corrían detrás de la pelota, naranja,
pequeña y un poco desinflada, sin hacer marcación “hombre a hombre” ni ninguna
táctica conocida. Todos la perseguían y la pedían entre risas, gritos y gestos
grandilocuentes. Sin peleas ni discusiones de ningún tipo. Sin embargo algo me
llamo la atención (siempre hay algo que me llama la atención); uno de los
chicos, de camperita blanca perfectamente manchada de tierra, a veces atacaba
hacia un lado y luego hacia el otro. Los empecé a contar y eran once en total.
Uno de los equipos ¿tenía un jugador menos?, sí y no. Tarde en darme cuenta de
cómo eran sus reglas de juego, que obviamente eran muy claras para todos y por
eso no se generaban peleas. El de blanco manchado jugaba para el equipo “a” y
atacaba con toda su habilidad, hasta que la pelota estuviera en manos del
arquero del “b”, o hicieran un gol o la pelota saliera por atrás de la línea del
arco. A partir de ese hecho, empezaba a jugar para el otro equipo, y con la
misma energía, hasta que se repitiera la situación en el arco que, ahora era el
contrario. Una solución salomónica, consensuada, equilibrada, justa y
equitativa. Un “libero” total y literal. Jugaba para unos u otros
indistintamente logrando un balance ante la ausencia de un tal Chucho que,
según pude escuchar, hoy no pudo venir a jugar.
Los arcos no
eran lo más apropiados. El del equipo “b” estaba hecho con dos mochilas y el de
la izquierda era una pila de buzos por un lado y un enorme pino por el otro.
Había otras
reglas que fui notando. No importaba quien estuviera atajando, si la pelota
venia de alto, el arquero saltaba extendiendo su brazo hacia arriba y si no la
tocaba, era: “alto”. Esto era por igual para todos, tanto cuando el que
oficiaba de guardameta era el más chiquitín como para el de mayor estatura; todos
sabían que saltar y no tocar el balón no era gol. El círculo central de la
cancha era el patio de la plaza, en cuyo centro había una base de ladrillos que
alguna vez sostuvo una escultura y a partir de ese punto se habrían veredas en
todas direcciones. Los árboles les permitía ocultar la pelota al ser marcado
por el defensor, interponiéndolo como un escudo, y la reja del cantero servía
para hacer el rebote y lograr el esquive que necesitaba el apremiado atacante.
El “lateral” no tenía una línea previamente fijada, no era en un lugar
específico; si se alejaban mucho del centro en cualquier dirección, alguien
decía ¡fuera, fuera! se discutía unos
segundos y se hacía el saque lateral.
Una paloma se
detuvo, en medio del espacio de juego, buscando algo que picotear. Era obvio
que ya conocía a los chicos y estos a la intrusa (que era más dueña del lugar
que ellos), porque todos la esquivaron varias veces sin molestarla y el ave no
se inmutaba ante sus corridas y bullicio.
Lo que me
resulto muy notorio fue que a nadie le interesaba demasiado hacer un gol. Eso
no era lo importante; lo que importaba era pisar la pelota, el esquive, tirar
el caño, el amague, el taquito, la jugadita de lujo… que no hacia enojar a nadie. Todo eso era pura
diversión. El enojo, los gritos y las discusiones las guardaban para el partido
del fin de semana en la canchita del club, ese si era un partido en serio; ahí
se defendía una camiseta, un equipo. La plaza es otra cosa. Lo de hoy, en este
lugar y a esta hora, es diversión y disfrute, nada más ni menos.
Finalmente,
algunos se cansaron, a otros los llamaron para cumplir con alguna
responsabilidad o compromiso y en pocos minutos el partido se diluyo entre
sonrisas y reclamos. Mire el reloj, mire la avenida y seguí mi caminata a
marcha lenta. Era un buen momento para ir a tomar un café.
Rubén Chamorro ’14
sábado, 19 de marzo de 2016
La cacería
Anoche me acosté
tarde, demasiado tarde y me levante temprano, demasiado temprano. Tratando que
los músculos se reactivaran, fui caminando lentamente hacia la cocina mientras
me refregaba la cara con la mano derecha y sostenía los anteojos con la
izquierda. Puse a calentar el agua para el mate y de ahí al baño. Ya casi
despierto coloco, sobre la mesa, el
plato con las facturas que me quedaron de la tarde anterior. Estaba decidido a
comenzar el día y mi desayuno me ayudaría a recuperar la energía necesaria para
enfrentarlo. Me encantan las facturas con crema pastelera y dulce de membrillo;
cuando estiré el brazo para disfrutar la primera… la ví, una maldita y
asquerosa mosca estaba posada sobre la crema de mi alimento matutino. Un sorpresivo
manotazo la espanto. Ni la toque y no
soporto dentro de mi casa ningún ser vivo que no sea humano.
Así comencé mi
cacería, busque el matamoscas y, como suele ocurrir, no recordaba donde lo dejé
la última vez que lo use, así que mientras paseaba mi mirada en todas
direcciones cual cazador furtivo, agarre una revista que estaba a mano y me
quede quieto mirando y mirando, buscando y buscando. De pronto, se cruzo
delante de mi cara tan rápido como un misil y como un acto reflejo, en una
fracción de segundo, arroje un revistazo inútil sobre ella, pero me pegué a mí
mismo y mis lentes volaron en cámara lenta sobre la mesa y en un arco perfecto
siguió su recorrido hasta golpear contra la puerta de la heladera. Tuve suerte
porque no se rompieron pero esto me enojó mucho, me sentía ridículo. Cuando me
agache para levantarlos la escuché pasar sobre mi cabeza, así que le arrojé
violentamente el ejemplar de mi revista de caza y pezca; no le pegué pero conseguí
tirar la linterna, el barquito de cerámica con termómetro y un frasco de vidrio
con nueces que estaban sobre la heladera. Junte los pedazos de vidrio y
cerámica, barrí, y ordene las cosas mientras escuchaba el revoloteo
insoportable de la bestia voladora. Puse a calentar nuevamente el agua para desayunar y de pronto
la ubiqué apoyada en el cielo raso, estaba riéndose a carcajadas de mí, lo
sentía aunque obviamente no la escuchaba, pero la sentía. Tomé el repasador y
se lo arrojé, en ese segundo voló hacia la mesa y le arrojé la remera que
estaba apoyada en el respaldo de la silla pero ella huyó otra vez y mi prenda
se mancho de crema y membrillo. Fue en ese momento que vi el matamoscas, estaba
debajo del microondas ubicado sobre la mesada justo cuando la repulsiva bestia paso frente a mí, le
arroje un revés al estilo de un tenista profesional y… con paciencia comencé a
levantar los pedazos del termo que se desparramaron sobre el piso. Mi odio me
llevaba al borde la locura, pero estaba decidido a cazarla. La volví a ver,
estaba apoyada sobre la puerta mosquitera, seguía riéndose. Tomé el escobillón
que estaba apoyado contra una pared y a la distancia justa de su largo, otro
golpe, y rompí el alambre de la puerta por el que se escapó la maldita, pero en el
mismo movimiento, con el palo de mi arma improvisada, golpeo el plato de mis facturas
que estalla en pedazos sobre la cerámica marrón del piso. Adiós a mis facturas y a mi
desayuno y a mi momento de disfrute.
La inmunda mosca
desapareció y yo después de ver como quedó mi cocina, me termine de vestir lentamente, con mis músculos ya a plena
capacidad, me fui a desayunar al bar de la esquina. Elegí una mesa, me senté y con gestos le hice mi pedido de café con leche al mozo. De pronto pasó
delante de mí una mosca que, estoy seguro, era la misma.
Rubén Chamorro Mar/16
jueves, 11 de febrero de 2016
El duro
Siendo aún adolescente, se destacaba entre otros por su altura y su
contextura física. Practicaba karate, pesas y deportes de contacto; el rugby
era ideal para él, disfrutaba sobremanera el tener que ir al choque a voltear
muñequitos, como solía decir. Y también se divertía jugando al futbol, pero lo
expulsaban muy seguido porque mezclaba la dos disciplinas; y no eran las mismas
reglas para la pelota oval que para la redonda. La violencia le gustaba. De
adolescente se hacía golpear el pecho por sus amigos, a puño cerrado, sólo para
demostrar que él era “el duro”.
Pasaron los años y su carácter y sus actitudes fueron creciendo acorde al desarrollo desmesurado de su cuerpo. Se hizo de muy mala
fama. Prepotente, soberbio, hostil, violento. Se consideraba el dueño del
barrio o de cualquier lugar al que llegaba. A los treinta años llego a comandar
a la barra brava del club de su barrio. Nadie lo contradecía, sobre todo desde el
día que tomo del cuello y de las piernas a un barra contrario y lo arrojó a
tres metros de distancia, mientras se golpeaba el pecho y gritaba como un oso
enfurecido. El duro no tenía miedo a nada ni a nadie. Cuando se peleaba no
esquivaba los golpes porque el dolor era algo que no conocía.
Un día se despertó con síntomas de alguna enfermedad, pero no le dio
importancia ¿cómo podría enfermarse él?, que era capaz de remolcar el camión del
sodero sin siquiera ponerse colorado y sólo por diversión.
En pocos días se deterioro demasiado. Aún así amenazó a los médicos del
hospital, pateó camillas y arrojó contra la puerta de un consultorio una silla
de ruedas. Para él, todo lo que le decían los profesionales eran estupideces.
No pasó mucho tiempo. Al sepelio no fue mucha gente. Los familiares decían
que quisieron hacer una ceremonia íntima pero, todos lo sabían, nadie lo
quería. Todos le tenían miedo, menos el mosquito que lo pico.
Rubén Chamorro
11/02/16
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)