¿Cómo
era el primer libro, estaba impreso o escrito a mano...?, ¡no!.
¿Estaba
hecho en papel o sobre alguna otro material...?, ¡no!.
¿Se
lo podría hallar en alguna biblioteca...?, ¡no!
El
primer libro no se parecía en nada a los de nuestros días. El primer libro no
descansaba en un estante. Tenía manos y pies, hablaba y hasta cantaba... se
trataba de un libro vivo: El Hombre. No sabía leer ni escribir; no existía el
papel ni la tinta, ni la pluma, él mismo
era el libro, pero todavía no lo sabía...
Las
tradiciones de los antepasados, las leyes y las creencias, se conservaban en la
memoria de los Hombres. Estos morían pero sus conocimientos se transmitían de
padres a hijos pasando de un oído a otro. Existen aún muchas historias que
todavía perduran, pero jamás fueron escritas, como los cuentos de hadas y las
leyendas.
Hace
mucho tiempo, en Grecia, se tenía la costumbre de cantar la Ilíada y la Odisea
que eran la guerra entre los Griegos y los Troyanos. Transcurrieron siglos
antes de que se escribiera lo que se cantaba. En una época más cercana a
nuestro tiempo, los mensajes y las cartas se transmitían oralmente con
mensajeros que los memorizaban y luego repetían al destinatario. Hacía falta
una memoria increíble... sobre todo cuando se enviaban varios correos.
Hace
muchísimos años, un anciano, para no olvidar los recados, hizo un nudo en el
pañuelo que le recordaría lo que debía hacer pero al tener varios temas que
resolver, los nudos perdían su importancia por no tener una simbología clara.
Si éste hombre hubiera hecho nudos diferentes y a cada uno la representación de
una letra o palabra, hubiera sido más fácil. Cualquiera podría descifrar su
ayuda memoria.
Estas
“cartas nudo”, efectivamente existieron. Así escribían los Tártaros, los
Persas, los Mexicanos y los habitantes de Perú; éstos últimos eran muy hábiles
en el uso de este sistema. En lugar de pañuelos, utilizaban cuerdas. Una,
bastante gruesa a la cual se ligaban una franja de bramantes multicolores de extensión y grosor
diferentes. Se hacían nudos en estos bramantes que cuanto más cerca estaban de
la cuerda principal, más importante era el mensaje. Así mismo, los colores eran
vitales; un nudo negro significaba la muerte, uno blanco era dinero y paz, uno
rojo implicaba guerra, uno amarillo, oro y si era verde, se refería al pan.
Los
nudos sin color significaban cifras: los nudos simples eran las decenas, los
dobles las centenas y los triples millares.
Leer
una carta de éste tipo era muy difícil, había que tener en cuenta el grosor de
la cuerda, la manera como estaban hechos los nudos, cómo se situaban y además
los colores. En Perú, a este sistema alfabético se lo denominaba Kwipa.
Un
sistema similar tenían los indios Hurones y los Iroqueses, que utilizaban
caracoles de colores y de distintos tamaños que ataban a un hilo, reemplazando
así a los nudos. Lo más importante era el color:
El
blanco quería decir paz.
El
negro era de mal augurio, significaba muerte.
El
amarillo era Oro o un tributo.
El
rojo la guerra o un peligro.
Esta
forma de comunicación perduró en el tiempo, La marina estableció un alfabeto
completo de pabellones izados sobre un mástil y también los ferrocarriles
utilizaban esta estrategia.
Era
un sistema de escritura avanzado en su época que podía resultar difícil de
interpretar si no era acompañado por un correo que a viva voz lo tradujera
textualmente.
Supongamos
cuatro conchas marinas suspendidas de un bramante: una blanca, una amarilla,
una roja y una negra; el mensaje podía ser:
“Haremos una
alianza con ustedes si nos pagan un tributo, pero si no aceptan pagarlo, les
haremos la guerra y los mataremos a todos.”
El
mismo mensaje también podía
interpretarse como:
“Les pedimos hacer
la paz y estamos dispuestos a ofrecerles oro. Nosotros pereceremos si la guerra
sigue.”
Para
evitar males mayores, aquel que enviaba un mensaje o una carta, debía llevarlo
y leerlo personalmente y en voz alta para evitar malas interpretaciones. El
mensaje no podía reemplazar a una persona…
En
las cavernas de Francia y de España, se hallaron dibujos que no sólo contaban
las historias de las cacerías que se hacían sino que también nos cuentan las
creencias de estos hombres prehistóricos. Si bien estas figuras eran muy
aproximadas a la realidad, lo cierto es que no eran suficientemente expresivas
para que nosotros pudiéramos llegar a saber que pensaban aquellos artistas que
dejaron sobre la roca sus imágenes de lo cotidiano.
Los
jeroglíficos egipcios, constaban también de dibujos. El francés Champollión, a
mediados de 1822, tras largos estudios y análisis de los mismos, llegó a la
conclusión de que algunos símbolos
podían representar tanto palabras enteras como sílabas o sólo letras. Los egipcios utilizaban a menudo este medio para dibujar
un nombre que no se podía representar de otra manera. Por ejemplo, “escarabajo”
en egipcio se escribe hpr (los egipcios
omitían las vocales). Pero al verbo Ser,
se lo designa igualmente por la misma
palabra: hpr, entonces, cuando debían
escribir la palabra ser dibujaban un
escarabajo.
Con
el tiempo algunas imágenes fueron reemplazadas por sílabas y finalmente por
letras; y de esas letras deriva nuestro alfabeto.
¿Por
qué cambiaron las letras?, porque la vida de los hombres cambia. Las tribus
nómadas pasaban de la caza a la agricultura y a la ganadería. Los hombres se
hicieron comerciantes o artesanos, y era imposible para ellos hacer dibujos
precisos de todos sus bienes y mercancías. Aquí aparecen por primera vez los
signos especiales para marcar la propiedad. El signo suprime cada vez más el
dibujo. La escritura de los Persas y de los Babilonios, ya no los contiene, ya
se manejan con una serie de líneas y trazos sobre tabletas de arcilla con un
bastón puntiagudo. Obteniendo trazos finos y con forma de cuñas, de ahí surge
el nombre de escritura “cuneiforme”. Esta escritura, también compleja, fue descifrada por el profesor Grotefend tras el
estudio de las piedras funerarias de los reyes persas.
Así como fueron
desapareciendo las tabletas de arcilla, también fueron utilizándose cada vez
menos la carta y el sobre de papel con su correspondiente estampilla… y
llegamos a la maravilla de los correos electrónicos y es gracias a una
irrefrenable necesidad de superación, y a enormes esfuerzos en el estudio de
antiguas culturas, que logramos obtener el sistema de comunicación que tenemos en
éste momento, que hace posible leer un texto, de los infinitos que hay; por
ejemplo, uno que hable sobre el origen de la escritura!, una historia sobre la que todavía queda mucho
por decir.
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