martes, 29 de noviembre de 2016

Porque nos decimos "che"

Nuestro idioma castellano fue impregnado y enriquecido con expresiones propias de las lenguas quechua, mapuche, guaraní y otras que aportaron una enorme y significativa variedad de palabras. En cuestiones de identidad e imagen, centramos la atención en la palabra “che”, una interjección usada en el Rio de la Plata para dirigirse a una persona. “Che” contribuyó a la definición de nuestra identidad como ciudadanos argentinos, a tal punto que en una época fuimos conocidos como “los che”. Es un término que cuenta con orígenes locales, dado que muchas de las culturas pre hispánicas eran conocidas gracias a esta raíz (pueblo/gente/tribu).
“Che” es una raíz diseminada por los cuatro puntos cardinales, identificando a diversas culturas ancestrales: Mapuche (gente de la tierra), Tehuelche (gente bravía), Huilliche (gente del sur), Picunche (gente del norte), Puelche (gente del este), Ranculche (gente del noroeste), Pehuenche (gente de la zona del pehuén). Denominaciones asociadas: Pichinche (poca gente), Bochinche (gente bulliciosa).
La voz indígena “che” tiene disímil significado según provenga de la lengua mapuche o guaraní. En guaraní significa “ego, yo, mío” por lo que si alguien de ese origen dijera “che señora” si bien suena a confianzudo, se trata en realidad de un respetuoso “mi señora”.
Habitualmente empleamos indistintamente sinónimos propios de este mestizaje lingüístico: cachete-mejilla, chapar-apropiar, chinchulín-intestino, chirle-aguado, chupao-ebrio, chusma-chismoso, chacra-granja, cucha-casilla, gualicho-brujería, mushi-gato, yapa-agregado, chalchalero-zorzal, chucho-escalofrío, guacho-huérfano, carpa-tienda, manta-abrigo, opa-zonzo, nana-lastimadura, pampa-llanura, pilcha-ropa, poncho-manta, pupo-ombligo, upite-ano, chancho-cerdo, vincha-faja, usuta-sandalia, yuyo-hierba, y así cientos más como: achura, choclo, pucho, morocha, gaucho, mamá, tata, chaucha, chúcaro, chacarera, papas, pichi, ñudo, humita, pochoclo, cuco, chiripá, chiruza y canchero.
Palabas que permanecen vivitas en nuestro lenguaje cotidiano, a modo de una más que interesante “penetración cultural indígena”.
Es sorprendente que las empleemos desconociendo su origen.

(resumen de una nota de Carlos Medrano en su columna del periódico “La Cita”)

No hay comentarios:

Publicar un comentario