Nuestro idioma castellano fue impregnado y enriquecido con expresiones
propias de las lenguas quechua, mapuche, guaraní y otras que aportaron una
enorme y significativa variedad de palabras. En cuestiones de identidad e imagen,
centramos la atención en la palabra “che”, una interjección usada en el Rio de
la Plata para dirigirse a una persona. “Che” contribuyó a la definición de
nuestra identidad como ciudadanos argentinos, a tal punto que en una época
fuimos conocidos como “los che”. Es un término que cuenta con orígenes locales,
dado que muchas de las culturas pre hispánicas eran conocidas gracias a esta
raíz (pueblo/gente/tribu).
“Che” es una raíz diseminada por los cuatro puntos cardinales,
identificando a diversas culturas ancestrales: Mapuche (gente de la tierra),
Tehuelche (gente bravía), Huilliche (gente del sur), Picunche (gente del
norte), Puelche (gente del este), Ranculche (gente del noroeste), Pehuenche
(gente de la zona del pehuén). Denominaciones asociadas: Pichinche (poca
gente), Bochinche (gente bulliciosa).
La voz indígena “che” tiene disímil significado según provenga de la lengua
mapuche o guaraní. En guaraní significa “ego, yo, mío” por lo que si alguien de
ese origen dijera “che señora” si bien suena a confianzudo, se trata en
realidad de un respetuoso “mi señora”.
Habitualmente empleamos indistintamente sinónimos propios de este mestizaje
lingüístico: cachete-mejilla, chapar-apropiar, chinchulín-intestino,
chirle-aguado, chupao-ebrio, chusma-chismoso, chacra-granja, cucha-casilla,
gualicho-brujería, mushi-gato, yapa-agregado, chalchalero-zorzal,
chucho-escalofrío, guacho-huérfano, carpa-tienda, manta-abrigo, opa-zonzo,
nana-lastimadura, pampa-llanura, pilcha-ropa, poncho-manta, pupo-ombligo,
upite-ano, chancho-cerdo, vincha-faja, usuta-sandalia, yuyo-hierba, y así
cientos más como: achura, choclo, pucho, morocha, gaucho, mamá, tata, chaucha,
chúcaro, chacarera, papas, pichi, ñudo, humita, pochoclo, cuco, chiripá, chiruza
y canchero.
Palabas que permanecen vivitas en nuestro lenguaje cotidiano, a modo de una
más que interesante “penetración cultural indígena”.
Es sorprendente que las empleemos desconociendo su origen.
(resumen de una nota de Carlos Medrano en su columna del periódico “La Cita”)
No hay comentarios:
Publicar un comentario