El chino y el japonés son
lenguas que sólo se parecen entre sí en que su escritura es ideográfica y en
que sus hablantes son xantodermos y de ojos rasgados. También tienen en común,
aunque esto es exógeno e incidental, el hecho de que nosotros no somos capaces
de diferenciarlos y los parodiamos y caricaturizamos como si fueran lo mismo.
El caso flagrante es el de la rotación de “r”
por “l” en la pronunciación de lenguas indoeouropeas.
La cosa es simple. Los japoneses tienden a rotar “r” por “l”. Los chinos no, en ningún caso.
O sea, los chinos no dicen “si lompe el vidlio
paga” En general es al revés, su dificultad en pronunciar la L, en posición
líquida o precedida de otra consonante, los hace rotar “l” por “r”; exactamente
al revés de los chistes que pueblan nuestros mundo mediatizado.
El chino puede cambiar “pueblo” por “puebro”,
“árbol” por “arbor”, pero jamás dirá “albol”, eso es pronunciación japonesa. Y
donde más dificultad tendrá será en pronunciar “pleito”, que rotará, aunque no
directamente a “preito” si no en realidad a “pereito” o, si ya lleva algún
tiempo de “paráctica”, a “peleito”; en suma, su dificultad tiene menos que ver
con la “l” que con los sonidos formados por dos consonantes, a los cuales
necesita intercalar una vocal muy breve.
Bueno, la cosa es algo más compleja, y bastante
interesante. La composición que hizo, hace mucho tiempo, Juana Molina sobre el
habla de los chinos en castellano fue impecable.
Lo que es seguro es que los chinos no hablan en
japonés. No, al menos, como primera lengua, ni menos aún como lengua de
transferencia al inglés o el castellano.
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