domingo, 27 de diciembre de 2020

Soledad

 Mi soledad es obsolutamente mía. Nadie la conoce como yo. Con ella me siento a tomar un café y conversamos en absoluto silencio. Mi soledad es fiel a mi y yo lo soy a ella, jamás nos mentimos ni exageramos. Camina conmigo tomándome del brazo, en medio del gentío que grita y vocifera y se hunde en el mundo celular; ellos, todos ellos también, en algún momento, están solos con su soledad, pero yo sólo conozco la que me pertenece y me acompaña donde voy, donde estoy.

Camino tarde con el apuro de quien no tiene dónde ir, ni quien lo espere, pero no me entristece. En las ventanas de los bares me encuentro casualmente con su imagen; ella está ahí, siempre está ahí...  a veces pienso que se burla de mi, porque adopta mi imagen sobre las ventanas llenas de dedos marcados, dedos arrastrados que parecen haber acariciado una silueta, y se queda mirándome, dibujando una sonrisa triste en un rostro cansado y mas envejecido por los sentimientos que por los años.

Mi soledad es absolutamente mía. Estoy apegado a ella que, cuando se cansa de vagar esquivando hombros, la cargo sobre los míos.

Los monólogos se tornan gesstuales sin darme cuenta; y otro solitarios me miran con un amague de preguntas retóricas, pero ella y yo los esquivamos pegando la mirada en los adoquines, y seguimos con esa charla borracha de frustraciones.

Doblo esquinas porque sí hasta que las sombras se estiran y acarician las veredas de enfrente. La luz del cartel me tiñe de blanco y negro y detengo mis zapatos justo frente a lo que queda de la farmacia incendiada... y la miro, y no la miro, y no sé que veo; porque la verdad -ya lo sabemos- no busco nada; solos, ella, a quien todavía cargo, y yo, reflejados sobre el vidrio tiznado y roto.

Noto la presencia de alguien detrás mío, a la derecha. Lo ignoro. Escucho el ruido de un carrito cuyas ruedas lloran por un poco de grasa y se queja de sobrepeso. Un sólo (otro sólo), con su soledad cargada sobre los hombros, se para a nuestro lado sin que crucemos miradas y, en la calle silenciosa, frente a estas ruinas que ya no fuman, alcanzo a escuchar que dice, o se dicen: ¡Esto, esto no tiene remedio!

                                                                                                                              Rubén Chamorro

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