Una mañana agitada, muy temprano, un señor mayor, de unos ochenta años, llegó al hospital para que le retiraran los puntos de su dedo pulgar, que se había herido en un accidente doméstico. El señor dijo que estaba apurado porque tenía una cita a las nueve en punto. El doctor, sabiendo que había muchos pacientes esperando, le pidió que tomara asiento, suponiendo que quizá pasaría más de una hora hasta poder atenderlo. Algunos minutos después lo vió mirando su reloj una y otra vez, en una actitud nerviosa y decidió no hacerlo esperar más. Lo llamó y examinó su herida. Mientras lo curaba le pregunto si tenía una cita con otro médico esa mañana, ya que lo veía tan apurado; el señor le dijo que no, que necesitaba ir al geriátrico para desayunar con su esposa. El doctor le consultó sobre la salud de ella y el anciano le respondió que ella hacía tiempo que estaba allí, ya que padecía Alzheimer. El médico le pregunto entonces si pensaba que ella se enfadaría si llegaba un poco tarde y el anciano le respondió que hacía años que ella ya no podía reconocerlo. El doctor, sorprendido, no pudo evitar hacer otra pregunta: -"Y usted sigue yendo cada mañana, aún cuando ella no sabe quién es usted? El paciente lo miró y con una sonrisa melancólica le dijo: -"Ella no sabe quien soy... pero yo aún sé quien es ella, y voy a verla cada día por una sola razón; porque la amo".
(No sé quién es el autor, pero en cuanto lo sepa, obviamente lo escribiré aquí).
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