Cuenta que un día un anciano estaba sentado al pie de un árbol, en las afueras de la aldea, cuando llegó un desconocido que le preguntó:
-¿Cómo es la gente en este pueblo?
-¿Cómo era la gente de la última aldea en que usted vivió?- respondió el anciano con otra pregunta.
-¡Era amabilísima, allí fui muy feliz! Todos eran bondadosos tal era su generosidad que nunca dejaban de ayudar a quien veían en apuros...!
-Ya comprobara usted que aquí la gente es muy parecida a esa.- Respondió el anciano.
Al día siguiente, otro desconocido, se detuvo a hablar con el viejo.
-¿Qué tal es la gente en este lugar?- pregunto el desconocido.
-¿Cómo se portaba la del último pueblo donde usted estuvo? - le pregunto a su vez el viejo.
-¡Era un pueblo terrible, todos eran egoístas y viles. Allí no había nadie dispuesto a ayudar a nadie.
-¡Pues temo que aquí, usted hallará lo mismo?.
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