martes, 5 de marzo de 2019

Cosas de oficina

Trabaje muchos años en algunas grandes empresas, más de treinta años en cuatro compañías, para ser mas preciso. Todas de nivel nacional o internacional y siempre en centros de cómputos. Esto me permitió tener muchos compañeros, que sólo en muy pocas ocasiones se transformaron en amigos,  obviamente cada uno tenía sus características, y éstas, siempre derivaban en un sobrenombre. En todas las oficinas se ponen sobrenombres.
Recordando mi primer empleo, la escala de responsabilidades era: gerente, sub-gerente, jefe de operaciones y jefe de turno. En cada turno eramos siete personas con distinto nivel de tareas. El jefe, un responsable de turno, que reemplazaba a su superior en determinadas ocaciones, pero su sueldo era la mitad; tres empleados muy experimentados, un novato y un auxiliar.
Al gerente le decíamos "bioquímico", porque vivía analizando las cagadas de los demás, nunca una felicitación. Un empleado felicitado o al que se le reconociera su labor, podía implicar que en algún momento pidiera un ascenso o un aumento de sueldo, y eso no es conveniente para la empresa. Siempre parecía que su función era solamente estar en reuniones; todos los días y a cualquier hora. Por lo general, nadie lo veía entrar a la mañana ni salir al finalizar el día laboral. Se parecía a un conejo negro porque no lo hace trabajar ni un mago.
Eduardo era el sub  gerente. Conocido como "bisagra", si no estaba en la ventana estaba en la puerta. Llegamos a la conclusión que su función era nada más que pedir los informes diarios a sus subordinados y entregarlos, en una reunión con desayuno incluido, a su jefe. Jamás solucionaba un problema porque era un cabeza de clavo, no tenía ni un poco de seso. Sí, sabíamos, era muy hábil para exigir y amenazar al personal para que solucionaran lo que fuera. Curiosamente tenía un asistente, conocido como "bolsillo de atrás" porque no servía ni para rascarse las bolas, pero... era el sobrino de su esposa. Cualquier comentario adicional esta de más. Y su secretaria, ¡ah! ella era muy bonita, un físico impactante, muy bien trabajado, era una dulzura con su jefe, pero a los demás nos trataba con total desprecio. La conocíamos como "cucharada de moco", ya que lo tragaba nadie.
Nuestro jefe directo era un tipo que jamás entendió por qué le dieron la jefatura; no quería, no le interesaba, no le gustaba, no sabía nada. Cuando surgía algún problema se ponía rojo como un tomate. Le decíamos "balde de plástico", se raja cuando uno más lo necesita. A alguna parte se tenía que ir en el peor momento. Era bueno, pero cuando todo era un caos y los sistemas no funcionaban, él era como el escombro: donde esta molesta.
A uno del grupo le decíamos "dragón", cada vez que habría la boca quemaba a alguien. Era el trepador, caradura, charlatán y con pocos escrúpulos, pero con un padrino tan poderoso como desconocido, a veces funcionaba como laxante porque hacía cagar a cualquiera.
No eran todos malos, había gente muy buena, pero no por eso se salvarían de un apodo. Roberto, de otra oficina, era como un mono de circo, siempre dispuesto a trepar y figurar; versero, comprador, simpático, quería quedar bien con todos, pero no hacía nada con una mala intensión manifiesta, no era como el pan de ayer, que no lo quiere nadie. A otro compañero, bonachón e ingenuo, e decíamos "media" porque habría la boca para meter la pata. Lo queríamos mucho, pero a veces hablaba de más.
A otro le decíamos "papa verde" porque no servía ni para ñoqui.
Mas allá de lo grotesco del lenguaje (en la TV se escuchan cosas peores), nadie escapa de un apodo y todos convivíamos varias horas diarias sin mayores inconvenientes.
Así como había ingenuos, buenos, sin ninguna maldad, había otros que no merecían mucha confianza. Por otro sector había uno muy vivo, muy rápido para responder, muy inteligente, muy hábil, al que le decíamos "sorete cuadrado" porque no lo cagaba nadie, siempre encontraba la forma de safar de cualquier problema. Tampoco olvido a "toallón de baño", el que te envuelve, te seca y te deja en bolas, al menor descuido o exceso en creerle. Estaba el piola de "san cayetano", te acercas y te da trabajo, porque él estaba ocupado con otra cosa que era urgente... Como olvidar al chofer, otro de los buenos tipos, pero que parecía una bujía de madera, ya que no tenía chispa para nada; le decíamos "seco de vientre" porque se sienta y no hace nada. En ocasiones, durante sus nueve horas de trabajo no se lo necesitaba para trasladar nada ni a nadie; era otro de los muy apreciados, siempre atento, servicial y con buena onda.
Todo tipo de gente. Todos muy distintos y cada uno con su problemática. Lo cierto es que con errores y aciertos, con buena o mala onda, el día de trabajo terminaba con todo funcionando perfectamente.
Parte de la convivencia es juntar todo, mezclarlo, filtrarlo y tratar de llevarlo de la mejor manera posible, Sin en medio del caos había algo que nos hiciera reír, mejor.
¿Cómo me decían a mi...? No lo sé, no lo recuerdo... habrá que esperar que alguno de mis ex compañeros escriba sus memorias sobre cosas de oficina.
                                                                                                               R.C. 2019

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