lunes, 18 de marzo de 2019

¿El sabio...?

Muchísimas veces leo cuentos o relatos, cortos y reflexivos, que comienzan diciendo:
-"Hubo una vez un viejo sabio que pregunto a sus alumnos....."
y siempre me llama la atención que se refieren a un "viejo" y no a una "vieja", y cuando no se utiliza éste término, se da a entender que es un anciano, siempre es hombre.
Lo primero que se me ocurre pensar es por qué el sólo hecho de ser una persona muy mayor,  la convierte necesariamente en un ¡iluminado ! ¿En un sabio? Entonces digo, sostengo, afirmo e insisto con que para ser un viejo sabio, primero hay que ser sabio. Conocí a muchos ancianos en mi vida que estaban, y siguen estando, a años luz de la sabiduría y el conocimiento. Muchos de ellos, yo los pondría en la categoría de... bueno, no pretendo ser ofensivo; pero conocidos o no, algunos están a la altura de un simio de mal carácter.
Para ser un viejo sabio, primero hay que ser sabio.
Pero también hay otra cosa que me llama la atención, nunca se habla de una mujer sabia que le dice tal o cual cosa a sus alumnos. Aplico el mismo proverbio, los años no siempre nos dan sabiduría. Para el estudioso, el curioso, el reflexivo, el que razona y piensa antes de hablar, para el que busca respuestas y soluciones; lo que esta más a mano es la información adquirida, masticada y digerida, que lo pone en una situación de tener más y mejores conclusiones sobre determinados problemas; pero no implica que tenga toda la razón.
El razonamiento y la empatía pueden ayudar a dar mejores consejos o a enseñar nuevas, buenas y mejores cosas de la vida; pero no implica sabiduría. No. Lo que aprendí en mi juventud, hoy, posiblemente, no sería aplicable.
Me gustaría leer alguna historia que comience diciendo:
-Hubo una vez una anciana sabia, que le pregunto a sus alumnos..... - Eso me indicaría que hay una puerta abierta a una visión más respetable del conocimiento y poder femenino. Aún así, la suma de años vividos es señal de un acopio de experiencias, que en determinadas situaciones, pueden ser útiles a una nueva generación, pero en algunas ocasiones.
Yo estoy entrando a la vejez, pero de sabiduría... me parece que todavía no tengo nada, ahora, si querés que te cuente mis anécdotas de una época lejana y muy distinta a la actual, te cuento por docenas, pero el mundo es otro, muy distinto al mundo de mi juventud. Mis enfoques ya no están acordes a la realidad del siglo XXI, por más que le ponga buena voluntad, porque existen cosas que hace cuarenta años no existían, hay hábitos que no existían, costumbres y actitudes que hace cuatro o cinco décadas no existían... mi mente se tiene que adaptar al día de hoy, a esta nueva época tan colmada de tecnología; como resultado de conversar con los jóvenes de hoy, termino aprendiendo mucho más de lo que podía pensar. Para aprender, es indispensable tener una mente abierta, dispuesto a ver las cosas con otro punto de vista y aceptar que se pueden cambiar y ser buenas, pero de una manera distinta a mi pensamiento o enfoque. Esto nos daría la posibilidad de ser más objetivos. No siempre sabemos mirar lo que nos rodea desde un panorama distinto al que se nos inculcó.
Tengo la idea de escribir algo, todavía no estoy seguro sobre qué, pero de ninguna manera descartaría el pensamiento y la inteligencia femenina, y comenzaré diciéndote que:
-Hace mucho tiempo, una persona muy reflexiva, le pregunto a sus amigos...- 

Por que se grita.

Un día, un anciano preguntó a sus alumnos lo siguiente:
¿Por qué la gente se grita cuando están enojados?
El alumnado lo pensó unos minutos...
-Porque perdemos la calma - dijo uno - por eso gritamos.
-Pero ¿Por qué gritar cuando la otra persona esta a tu lado? -preguntó el sabio - ¿No es posible hablarle en voz baja?. ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado?-
Los integrantes del grupo dieron algunas otras respuestas, pero ninguna de ellas satisfacía al maestro.
Finalmente él explico:
-Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar para poder escucharse. Mientras más enojados están, más fuerte tendrán que elevar la voz para escucharse uno a otro a través de la distancia.
Luego el maestro preguntó:
-¿Que sucede cuando dos personas se enamoran?- y él mismo respondió:
-ellos no se gritan sino que se hablan suavemente, ¿Por qué?, porque sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña - continuó diciendo el maestro
-Cuando se enamoran más aún ¿qué sucede?, ¡no hablan !, sólo susurran y se están aún más cerca de su amor. Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es cuan cerca están dos personas cuando se aman-.
Cuando discutan, no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras que los distancien más; llegará un día en que la distancia será tanta que no encontrarán más el camino de regreso.

martes, 5 de marzo de 2019

Cosas de oficina

Trabaje muchos años en algunas grandes empresas, más de treinta años en cuatro compañías, para ser mas preciso. Todas de nivel nacional o internacional y siempre en centros de cómputos. Esto me permitió tener muchos compañeros, que sólo en muy pocas ocasiones se transformaron en amigos,  obviamente cada uno tenía sus características, y éstas, siempre derivaban en un sobrenombre. En todas las oficinas se ponen sobrenombres.
Recordando mi primer empleo, la escala de responsabilidades era: gerente, sub-gerente, jefe de operaciones y jefe de turno. En cada turno eramos siete personas con distinto nivel de tareas. El jefe, un responsable de turno, que reemplazaba a su superior en determinadas ocaciones, pero su sueldo era la mitad; tres empleados muy experimentados, un novato y un auxiliar.
Al gerente le decíamos "bioquímico", porque vivía analizando las cagadas de los demás, nunca una felicitación. Un empleado felicitado o al que se le reconociera su labor, podía implicar que en algún momento pidiera un ascenso o un aumento de sueldo, y eso no es conveniente para la empresa. Siempre parecía que su función era solamente estar en reuniones; todos los días y a cualquier hora. Por lo general, nadie lo veía entrar a la mañana ni salir al finalizar el día laboral. Se parecía a un conejo negro porque no lo hace trabajar ni un mago.
Eduardo era el sub  gerente. Conocido como "bisagra", si no estaba en la ventana estaba en la puerta. Llegamos a la conclusión que su función era nada más que pedir los informes diarios a sus subordinados y entregarlos, en una reunión con desayuno incluido, a su jefe. Jamás solucionaba un problema porque era un cabeza de clavo, no tenía ni un poco de seso. Sí, sabíamos, era muy hábil para exigir y amenazar al personal para que solucionaran lo que fuera. Curiosamente tenía un asistente, conocido como "bolsillo de atrás" porque no servía ni para rascarse las bolas, pero... era el sobrino de su esposa. Cualquier comentario adicional esta de más. Y su secretaria, ¡ah! ella era muy bonita, un físico impactante, muy bien trabajado, era una dulzura con su jefe, pero a los demás nos trataba con total desprecio. La conocíamos como "cucharada de moco", ya que lo tragaba nadie.
Nuestro jefe directo era un tipo que jamás entendió por qué le dieron la jefatura; no quería, no le interesaba, no le gustaba, no sabía nada. Cuando surgía algún problema se ponía rojo como un tomate. Le decíamos "balde de plástico", se raja cuando uno más lo necesita. A alguna parte se tenía que ir en el peor momento. Era bueno, pero cuando todo era un caos y los sistemas no funcionaban, él era como el escombro: donde esta molesta.
A uno del grupo le decíamos "dragón", cada vez que habría la boca quemaba a alguien. Era el trepador, caradura, charlatán y con pocos escrúpulos, pero con un padrino tan poderoso como desconocido, a veces funcionaba como laxante porque hacía cagar a cualquiera.
No eran todos malos, había gente muy buena, pero no por eso se salvarían de un apodo. Roberto, de otra oficina, era como un mono de circo, siempre dispuesto a trepar y figurar; versero, comprador, simpático, quería quedar bien con todos, pero no hacía nada con una mala intensión manifiesta, no era como el pan de ayer, que no lo quiere nadie. A otro compañero, bonachón e ingenuo, e decíamos "media" porque habría la boca para meter la pata. Lo queríamos mucho, pero a veces hablaba de más.
A otro le decíamos "papa verde" porque no servía ni para ñoqui.
Mas allá de lo grotesco del lenguaje (en la TV se escuchan cosas peores), nadie escapa de un apodo y todos convivíamos varias horas diarias sin mayores inconvenientes.
Así como había ingenuos, buenos, sin ninguna maldad, había otros que no merecían mucha confianza. Por otro sector había uno muy vivo, muy rápido para responder, muy inteligente, muy hábil, al que le decíamos "sorete cuadrado" porque no lo cagaba nadie, siempre encontraba la forma de safar de cualquier problema. Tampoco olvido a "toallón de baño", el que te envuelve, te seca y te deja en bolas, al menor descuido o exceso en creerle. Estaba el piola de "san cayetano", te acercas y te da trabajo, porque él estaba ocupado con otra cosa que era urgente... Como olvidar al chofer, otro de los buenos tipos, pero que parecía una bujía de madera, ya que no tenía chispa para nada; le decíamos "seco de vientre" porque se sienta y no hace nada. En ocasiones, durante sus nueve horas de trabajo no se lo necesitaba para trasladar nada ni a nadie; era otro de los muy apreciados, siempre atento, servicial y con buena onda.
Todo tipo de gente. Todos muy distintos y cada uno con su problemática. Lo cierto es que con errores y aciertos, con buena o mala onda, el día de trabajo terminaba con todo funcionando perfectamente.
Parte de la convivencia es juntar todo, mezclarlo, filtrarlo y tratar de llevarlo de la mejor manera posible, Sin en medio del caos había algo que nos hiciera reír, mejor.
¿Cómo me decían a mi...? No lo sé, no lo recuerdo... habrá que esperar que alguno de mis ex compañeros escriba sus memorias sobre cosas de oficina.
                                                                                                               R.C. 2019

Gato

Gato llego a casa hace un par de años, o un poco más. Por el aspecto, era cachorrito, o como se diga; era chiquito. De gatos no sé nada y me interesa poco. Estoy grande para ocuparme de mascotas, dan mucho trabajo y no tengo paciencia para atenderlos, al menos de la manera que necesitan. Dicen que los gatos son muy independientes; si me voy tres o cuatro días, él se arregla de alguna manera, pero un perro no. Al perro me lo tengo que llevar o se lo tengo que dejar a alguien, metiendo en un problema a quien se  lo pida. El felino no da bola a nada, come y duerme; en cambio el perro juega, es divertido... pero uno u otro son un trastorno para mi. No quiero mascotas. Aún así, un día apareció "Gato", no le puse nombre. Todas las mañanas, las tardes y las noches, se plantaba frente a la puerta del patio y empezaba a maullar, y no paraba. Al sexto día, me asome y le dije: - ¡Toma, come esto y no molestes...! Creí que era una solución, pero... no se fue más.
Con el tiempo nos fuimos "amigando", yo sigo muy reacio, pero por lo menos no lo tengo que soportar haciendo ruidos en el medio del patio. Ahora se sienta delante de la puerta mosquitera, lo suficientemente cerca como para no poder abrirla sin empujarlo, y mira, y mira, y duerme, y duerme y mira... hasta que otra vez le pongo algo para comer, entonces sí, se va. Desaparece por unas pocas horas y vuelve a empezar la historieta.
Gato es persistente con su actitud pero me molesta que, a veces, le doy lo que quedo de mi almuerzo o cena y lo devora, y otras, ni lo prueba. Me hace perder tiempo y no le voy a comprar alimento en bolsa. Yo no quiero mascotas. Que buscarle un plato, que llevarle el alimento y volver a empezar.
Cuando estoy harto de Gato, y ya se me acaba la paciencia, me parece que lo presiente; se me acerca, roza su cabeza en  mi pantalón, haciéndose el bueno y amable. Come lo que le doy y estira su cabeza como para que lo acaricie, cosa que me niego a hacer, pero no lo rechazo, que entienda eso al menos. Sin embargo al día siguiente, me acerco y se aleja, le acerco la comida y el agua, y se queda agazapado como temeroso y listo para salir corriendo. No lo entiendo. Gato, en ocasiones, es casi inaguantable.
Gris oscuro, no mucho, con rayas negras a lo largo del lomo y la cola; un pelo corto como un gato cualquiera... es un gato absolutamente común, pero debe creer que es de una raza especial. Su bipolaridad me cansa.
El tiempo pasa, pero nunca entra en mi casa. Eso no. Bueno, alguna vez lo deje. Fue trotando por el pasillo, encontró una silla, se subió y se la apoderó. Muy a mi pesar, cada una de las pocas veces que lo deje entrar, hizo lo mismo. Creí en algún momento que esa sería su rutina, pero a veces se negaba a entrar y si no le ponía un alimento balanceado ¡no comía ! No le volví a comprar. Algunas veces lo notaba gordo y de andar pesado, y otras, estaba flaco y de un humor distinto. Si, Gato es bipolar. Casi tres años de esta relación molesta lo único que se modifico fue mi paciencia, que aumento y no sé por qué. Lo que tengo claro es que su actitud cambiante me harta, me cansa, me irrita. gato es un gato insoportable.
Una tarde lo vi muy flaco. Yo tenía que ir a comprar al mercado y pensé que sería un buen gesto comprarle una lata de atún. Seguramente le gustaría. Como no estaba en el patio, empecé a hacer ruido con su plato y le puse el contenido de la lata. De inmediato entre. Un par de minutos después escuché una pelea casi furiosa. Fui rápidamente, pensé que se habría metido algún perro... algo sucedía. Al abrir la puerta veo dos gatos. Iguales. Luchando por el atún, los separe de inmediato. Calmados los ánimos, uno se me acerco y paso su cabeza por mi pantalón, gordito y tranquilo, y el otro, flaco, como desconfiando de mi, se quedó agachado, casi dispuesto a salir corriendo, pero lentamente camino hasta la puerta y ahí se quedo sentado.
                                                                                                     R.C. 2019