Me encanta mi idioma, me fascina. Soy defensor a ultranza del castellano-argento; será por eso que me resulta absolutamente odioso (de manera repulsiva), que se incorporen a nuestro lenguaje cotidiano, palabras o frases del ingles del norte.
Muchos hablan de nacionalismo, de la argentinidad al palo y bla bla bla; pero después, como si fuera lo que corresponde, lo más natural, surgen términos mágicos como: fake news, breaking news, fast food, veni que nos sacamos una selfie, vamos a un after office y que la comunity manager, el childfree y el sale off o el cyber monday y, por supuesto, no es lo mismo estar en el top five que entre los mejores cinco... top five suena mas importante.
No hace falta que siga con la lista; esta claro, que para muchos comunicadores, y para muchos que no lo son, les parece mas impactante, relevante, destacado decirlo en inglés. Sin embargo, yo amante de nuestra lengua caste-argenta, entiendo cómo nuestras palabras se van modificando, se actualizan, cambia su sentido y muchas veces pasan de moda, pero sigo sin aceptar, por ninguna causa, razón, motivo o circunstancia, cambiarlas por otras extranjeras. No las necesitamos.
Haciendo un poco de memoria (como un juego iniciado por Adriana, mi esposa), viajando a los recuerdos de nuestra infancia, me permito traer a este blog, de las décadas del cincuenta al setenta (poco mas o menos), palabras y frases comunes; que escuchábamos o decíamos cotidianamente.
Morondanga: Una porción chica de cualquier cosa era "porción de morondanga", se aplicaba para varias cosas por cierto.
Petitero: El tipo elegante, que siempre estaba bien vestido, no recuerdo que se dijera petitera...
Churra/o: La mujer u hombre muy, pero muy lindos, atractivos. Hoy podría decir "atractives".
Malandra: era el malo, de mal vivir. Prepotente, violento.
Pendenciero, muy cercano al malandra, era el que siempre buscaba pelea porque quería encontrar un motivo para pelear, en tanto que, el buscarroña, era el que gustaba generar discusiones o peleas.
Descarriado era quien desvió su buen camino y educación, por un sendero oscuro, sin proyectos; que se dedico a la joda (¿dije "joda"?, uuh que mal...), o al vivir de una manera no muy honesta.
Sopapo: con lo que nos amenazaban cuando hacíamos algo "malo", era el "cachetazo" tan temido, la mano de plano sobre la mejilla.
Coscorrón, en cambio, era un poco menos doloroso, y consistía en golpear con los nudillos, leve y repetidamente, sobre la cabeza.
Chambón, el que se equivocaba siempre, o tenía esa fama de equivocador serial. Era despectivo.
Chavón, aunque suena parecido, (se transformó en "tipo") era el que se incorporaba a un grupo, o pretendía hacerlo pero la mayoría no lo conocía.
Chantapufi, siempre mentía o exageraba, se hacia el "agrandado" y ya nadie le creía.
Paparulo representaba al tonto inocentón (¡este es un paparulo...!).
Pipón se decía cuando uno estaba totalmente satisfecho después de comer, o comió de más (estoy pipón pipón!)
Pebete o pebeta se le decía a la persona muy jovencita o a pre-adolescentes.
Langa era el "galán". El seductor que hacía de si mismo un personaje (como los actores de cine) No se aplicaba a las mujeres.
Diva (que todavía se usa, pero en mujeres muy mayores), era la mujer sensual, voluptuosa. Imagen y actitud de actriz de cine.
Tarambana se refería al torpe, al que no hacía nada bien.
Macana: hacer algo mal, sin mala intención, podía ser por torpeza. "Se mando una macana, que mejor ni te cuento..."(con el tiempo "macana" se llamó el "palito de abollar ideas").
Perejil existía como condimento, pero también se le decía al que culpaban de algo, sin que tuviera nada que ver.
Gil, es probable que derive de perejil, y era al que se engañaba fácilmente.
Hay miles de palabras propias de esa época que ya no se utilizan. El chinchudo que se enojaba por cualquier cosa, el sisañero que disfrutaba de hacer comentarios para que otros discutan, y el tronco, que era malo para cualquier deporte; un jetón no se daba cuenta de que lo engañaron, por despistado y que, despierto, era el que reaccionaba rápido y de manera inteligente; no como el pánfilo, un lento para reaccionar ante cualquier circunstancia. Yo era el querubín de la familia, o sea, el hijo menor. En todo barrio había un energúmeno (bruto y torpe), o un chiflado que hacía cosas sin pensar en las consecuencias, (sigue muy recordado el trío de la tele) pero no faltaba el piola que siempre quería sacar ventada de lo que fuera, de cualquier manera. Todos teníamos un amigo o conocido muy atolondrado (que se presumía era poco inteligente), y la mayoría se divertía cuando se armaba un despiporre, o sea una reunión que se salía de control en la que, el ruido y la bebida se escapaban raudamente de la paz, la armonía y las buenas costumbres ! Un tentenpié es ahora una colación y los viajes en grupos a una laguna, para pasar el día, se hacían en ¡la bañadera !, claro que ahora se los conoce como los colectivos escolares (eran mas o menos parecidos...), manejada, según nuestra visión de pibes de esa época, por un esperpento, o sea un tipo feo, desprolijo y con aspecto sucio (que era peor que estar desalineado (mal aspecto, pero no demasiado); que al finalizar el día quedaba como un trapo de piso, si, así de cansado (era una visión de los pibes, los choferes eran buenos, agradables y tenían que aguantar un viaje de horas con un montón de gente haciendo "bochinche"). Enganchado con lo de las excursiones, todos comíamos como angurrientos (desesperados), pero si el chofer nos gritaba, nos quedábamos panchos, o sea tranquilos; sobre todo si ponía su dedo indice bajo el ojo y nos decía ¡Guay eeh, guay! Esa si que era una amenaza. Había que tener cuidado porque algunos reaccionaban como leche hervida, es decir, al menor descuido se desbordaban.
Si alguien nos decía "te voy a hacer un buraco así...", mejor temerle, por las dudas porque era una advertencia de que nos cagaría (¿dije cagaría...? Uhhh mal, muy mal. Se me escapó).
Atorrante era el que vivía sin trabajar, en la calle; en realidad esa palabra se hizo popular por las personas que, por estar en la miseria y no tener donde vivir, se quedaban dentro de los caños que utilizaba la empresa Torrant s.a. para realizar grandes obras de construcción. Asociados a éstos, estaban los cabecita negra, según el pensamiento de aquellos años, eran los que vivían de changa, tenían mal aspecto y a los que se adjudicaba una discapacidad de generar un pensamiento inteligente. Si. Había muchas palabras muy hirientes. Clasistas más que racistas.
Una masa de cualquier cosa, amorfa y de aspecto asqueroso, era una plasteca.
Y en este revuelto de palabras, no faltan el cafishio y el pituco. El primero vivía de las mujeres y el segundo, siempre elegante, se preocupaba mucho, mucho de su aspecto. Estos estaban lejos de los cachirulos, las personas de espíritu inocente que, de alguna manera, nos alegraba el día; pero nos preocupaba el guarda. Este era el que picaba los boletos (rectángulo de cartón), durante el viaje en tren. Al aviso de su presencia: ¡guarda! los que no pagaron el pasaje se escapaban hasta el último vagón. Quedó así grabado en el inconsciente que , al escuchar ¡guarda!, era por la presencia de algo supuestamente peligroso. Si alguien terminaba desplumado, era por que lo estafaron y no le dejaron nada.
No sólo teníamos estas palabras para martillarnos la cabeza. Había frases, muy usuales, de las que por lo general, había que tener cuidado. Era preferible no escucharlas...
Se decía, y con cierto desprecio, muerto de hambre, al que no tenía plata ni empleo, y cabeza hueca, la persona que actuaba sin pensar, o simplemente no mostraba indicios de haber pensado en algo. Ser caradura o cara rota, implicaba que alguien decía lo que pensaba, tal como lo pensaba, sin filtro; y no le preocupaba que fuese elogioso o insultante. También si hacía algo sin pedir permiso.
Si de alguna manera una persona nos molestaba, tomate el olivo, era la forma de invitarlo a que se fuera (cuánto mas lejos mejor). Sos un caso de escopeta o un tiro al aire, era la descripción de quien estaba descarriado y no tenía signos de recuperación; por eso también se solía decir: quien mal anda, mal acaba. pero en ocasiones el problema era la gente con las que se reunía el descarriado; entonces dime con quien andas y te diré quién eres... porque en definitiva, siempre hay un surcido para un descocido.
Al que acompañaba y no sabía hacer nada, se le decía vos sos un clavo ! pero si hacía algo, y bien, era de puro traste. Las mujeres ¡no se indisponían ! está con la regla; y tampoco pasaban por la menopausia; esta con los calores ! era lo que se decía (de paso se les indicaba que no se lavaran la cabeza porque se "cortaba"). Si, estoy hablando de las décadas del cuarenta al setenta.....
No se un soto, era la respuesta apropiada cuando se nos preguntaba por algo de lo que no teníamos ni idea. Claro esta, al papá o mamá, nunca ! Nos podían meter un sopapo. Esta era respuesta entre amigos. Claro que no saber responder y que no nos importe, implicaba un me importa un coño (o comino), hoy se dice carajo (uuh, ¿dije carajo? que bolú ! Fue sin querer).
Cuando el padre se enteraba que el "nene" tenía una noviecita, guiñaba el ojo y decía "tiene un filito", pero si la nena tenía un candidatito a noviecito, la amenaza caía como un rayo; ¡si me entero que tenés un filito te meto en un convento hasta que tengas cuarenta años ! Todavía existen estos especímenes patéticos. pero eso es otro tema.
Las parejas, siempre en lugares "recatados" franeleaban en la penumbra. Los pantalones eran de franela. Se entiende. Las parejas chapaban.
Pedirle al padre o a la madre (lo común era que los "permisos" los otorgara el padre...), algo más de lo habitual, era prender una mecha; vos querés la chancha, los veinte y la maquina de hacer chorizo...
Me superan mucho estas frases, eran muy profundas, de altísimo contenido intelectual. Pero eran así.
Quien se quisiera burlar de otro, le hacía pito catalán (si, escribí pito catalán...). Pulgar en la punta de la nariz y cuatro dedos flameando hacia arriba. Si, era una forma de burlarse, lo juro; y el perdedor, si había un perdedor de cualquier cosa, se enojaba mucho, pero mucho.
En hogares donde el sueldo era escaso y fin de mes siempre estaba muy lejano, había que administrar los alimentos de la mejor manera posible, y si alguien decía: ¿esto hay para comer?, no me gusta !
la respuesta era: -¿Que te crees, que es la fonda El Pinchazo? Se referían a alguna fonda imaginaria en que cada uno se sirve lo que gusta. -¡Come lo que hay o no comas!. Seguramente vendría de un personaje humorístico, pero otra frase relacionada era: ¡comes como Pochita Morfoni! (mucho y rápido), y lo contrario era ¡comes como un pajarito ! Recordando esto, relacionado a lo que se comía en cantidad... cuando algo nos causaba mucha gracia, decíamos: ¡que plato!
Algunas de estas palabras o frases, hoy son risueñas, causan gracia (poca, mucha o ninguna); pero eran una forma de educarnos, de enseñarnos, de marcar límites, de establecer autoridad.
Era una época sin internet, en la que llamarnos por teléfono era "pegarnos un tubazo". Cartas escritas a mano, compartir una mesa sin celulares, reuniones sin celulares, divertirse sin celulares, conversar cara a cara prestando atención a lo que se escucha, y no al rington (¿no se podría decir timbre?, ¿o suena berreta decirlo así?).
Era otro mundo. Ese, ya cambió. El mundo es otro, nosotros somos otros.
De ninguna manera, jamás, voy a afirmar, sugerir ni pensar que el tiempo pasado fue mejor. Pero si sigo convencido que, lo mínimo que podemos hacer, es cuidar nuestro idioma. Es una lengua viva, es una pavada aclarar esto, pero actualicemos nuestro castellano argento sin términos importados.
No quiero una hamburguesa Big, ni Snacks, ni aprovechar el Sale Off, ni me gusta el Merchandaising de lo que sea, ni el Bus, ni la community, ¡ hablame en castellano, en argentino, en argento !.
Me da mucho asco el concepto V.I.P. very important persons (creo que es así), no solo por lo que se expresa por escrito, sino por lo que que dicta, sugiere e implica.
Me resultan muy repulsivos, algunos argentinos "famosos de la tele", que en alguna entrevista se quedan mirando al cielo, pensando en como expresar una idea y dicen: "Haber... no se cómo se diría en castellano..." Asco, me dan.
Hice un poquito de catarsis; no me preocupa, y si en algún momento me fuí al joraca, ¡tampoco !
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