El barrio donde vivía, estaba compuesto por varias manzanas dispuestas en torno a una plaza central, con forma circular, que era tan pequeña que, cuando iba a caminar a su alrededor, con sólo dar unos pocos pasos ya completaba la vuelta a la misma y me pasaba a mi mismo.
Como fui educado para la autosuperación y la competitividad, me volví muy exigente conmigo, asi que al verme pasar a mi lado, comencé a apurarme de tal modo que inmediatamente me puse a la par y volvi a pasarme. Por supuesto que acelere mis pasos, y como consecuencia, volví a superarme.
Harto de verme sobrepasado por mi mismo, a pesar de los infructuosos esfuerzos por no dejarme vencer, me detuve exhausto. Cuánto más me apuraba, más rápido veía mi espalda frente a mí. No sabía si esto era un éxito o un fracaso. ¿Estaba ganando o perdiendo esta carrera desquiciada?
Frustrado por la dificultad que encontraba para vencerme, abandone el barrio y me mude a otro con una plaza enorme. Ahora estoy corriendo alrededor de ella y, aunque lo hago con toda la energía que dan mis piernas, no logro ni siquiera verme en el horizonte. Ya nunca me alcanzo. Para mi tranquilidad y consuelo, al mirar hacia atrás, tampoco me veo seguir mis propios pasos.
He decidido ahora, caminar tranquilamente. Pero, por las dudas, cada tanto, me doy vuelta; si me veo venir comenzare a correr otra vez.
Rubén Chamorro ´16
No hay comentarios:
Publicar un comentario