martes, 2 de mayo de 2017

Pá, Má, escuchenmé

                               (Es probable que tu hijo te lo quiera decir pero no lo hace…)
No me des todo lo que te pida. A veces sólo pido para ver hasta cuánto puedo tomar.
No me des siempre órdenes. Si en vez de ordenarme, a veces me pidieras las cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto.
No cambies tan a menudo sobre lo que debo hacer. Decidite y mantené tu decisión.
Cumplí  tus promesas, buenas o malas. Si me prometes en permiso, dámelo, pero también si es un castigo.
No me compares con nadie, especialmente con mi hermano o hermana. Si me haces lucir mejor que los demás, alguien va a sufrir; y si me haces lucir pero que los demás, entonces seré yo quien sufra.
No corrijas mis faltas delante de nadie. Enseñame a mejorar cuando estemos solos.
No me grites. Te respeto menos cuando lo haces y me enseñas a gritar a mi también; yo no quiero hacerlo.
Deja que me valga por mí mismo. Si haces todo por mí, yo nunca podré aprender.
No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por vos, aunque sea para sacarte de un apuro. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que me decís.
Cuando yo haga algo malo, no me exijas que te diga “por qué” lo hice. A veces, ni yo mismo lo sé.
Cuando estés equivocado en algo, admítelo y crecerá la opinión que tengo de vos. Me enseñaras a admitir mis equivocaciones.
Tratáme con la misma cordialidad y amabilidad con que tratas a tus amigos. Porque seamos familia, eso no quiere decir que no podamos ser amigos también.
No me digas que haga una cosa si vos haces otra. Aprenderé y hare lo que vos hagas, aunque no lo digas, pero nunca lo digas y no lo hagas.
Cuando te cuente un problema mío, no me digas “no tengo tiempo para tus pavadas” o “eso no tiene importancia”. Trata de comprenderme y ayudarme.

Queréme y decímelo. Me gusta oírtelo decir, aunque no lo creas necesario, y cuando quieras, dame un abrazo porque también lo necesito y me gusta.

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