(Es probable que
tu hijo te lo quiera decir pero no lo hace…)
No me des todo
lo que te pida. A veces sólo pido para ver hasta cuánto puedo tomar.
No me des
siempre órdenes. Si en vez de ordenarme, a veces me pidieras las cosas,
yo lo haría más rápido y con más gusto.
No cambies tan a
menudo sobre lo que debo hacer. Decidite y mantené tu decisión.
Cumplí tus promesas, buenas o malas. Si me prometes
en permiso, dámelo, pero también si es un castigo.
No me compares
con nadie, especialmente con mi hermano o hermana. Si me haces
lucir mejor que los demás, alguien va a sufrir; y si me haces lucir pero que
los demás, entonces seré yo quien sufra.
No corrijas mis
faltas delante de nadie. Enseñame a mejorar cuando estemos solos.
No me grites. Te respeto
menos cuando lo haces y me enseñas a gritar a mi también; yo no quiero hacerlo.
Deja que me
valga por mí mismo. Si haces todo por mí, yo nunca podré aprender.
No digas
mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por vos, aunque sea para
sacarte de un apuro. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que me decís.
Cuando yo haga
algo malo, no me exijas que te diga “por qué” lo hice. A veces, ni yo
mismo lo sé.
Cuando estés
equivocado en algo, admítelo y crecerá la opinión que tengo de vos. Me enseñaras a
admitir mis equivocaciones.
Tratáme con la
misma cordialidad y amabilidad con que tratas a tus amigos. Porque seamos
familia, eso no quiere decir que no podamos ser amigos también.
No me digas que haga una cosa si vos haces otra. Aprenderé y hare lo que
vos hagas, aunque no lo digas, pero nunca lo digas y no lo hagas.
Cuando te cuente
un problema mío, no me digas “no tengo tiempo para tus pavadas” o “eso no tiene
importancia”. Trata de comprenderme y ayudarme.
Queréme y
decímelo. Me gusta oírtelo decir, aunque no lo creas necesario, y cuando
quieras, dame un abrazo porque también lo necesito y me gusta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario