jueves, 13 de abril de 2017

No le temas a una hoja en blanco

Escucho con frecuencia a mis alumnos, en los talleres literarios de nivel inicial que dicto, que a pesar de tener el deseo de escribir un cuento o un relato, la hoja en blanco les resulta una barrera infranqueable. “No sé de qué escribir, no sé cómo empezar a escribir una historia, quisiera escribir sobre mil cosas y cuando intento hacerlo no se me ocurre nada, tengo un montón de ideas pero no sé cómo arrancar, veo la hoja blanca y me bloqueo…”
Esto es común en quienes quieren comenzar un camino tan fantástico como lo es el de la narrativa. Siempre aconsejo que deben centrarse en encontrar la respuesta en vez de seguir repitiendo la pregunta, y digo esto pensando, para mostrar un ejemplo, en programas de televisión en los que se accede a determinado premio de acuerdo a las preguntas que respondan correctamente…

Conductor: “En un minuto me tenés que responder: Hay dos herramientas utilizadas por plomeros y mecánicos cuyos nombres corresponden a la nacionalidad de dos países, ¿cuáles son esos países? En un minuto, ya !
Participante: “¿Hay dos herramientas utilizadas por plomeros y mecánicos cuyos nombres corresponden a la nacionalidad de dos países, cuáles son esos países? ¿Hay dos herramientas utilizadas por plomeros y mecánicos  cuyos nombres corresponden a la nacionalidad de dos países, cuáles son esos países? Hay dos herramientas utilizadas… dos países… que utilizan plomeros y mecánicos... plomeros y mecánicos…  
Conductor: “¡Terminó el tiempo!  ¡Qué lástima…!!

La atención se centra en la repetición de la pregunta. (Cuando veas un programa de este tipo en la televisión, seguramente recordarás esto). Ocurre de manera mecánica y no liberamos nuestra mente para permitirnos utilizar la pregunta como un punto de partida para buscar, en nuestra memoria, en nuestros recuerdos, la información que tenemos almacenada.
¿Dónde comienza una historia? Y respondo siempre, en la observación de los detalles. Mirar y “ver”  lo que nos rodea, prestar atención a cada persona, objeto, acto, gesto, que uno percibe a su alrededor. Después,  como escribí en otra nota, recurrir a la fórmula que dice:
Memoria = Visualización + Asociación.
Es fundamental, al momento de escribir un cuento, un relato o una novela, hacer este ejercicio de “ver” en nuestra mente aquello que queremos que otra persona comprenda. El otro, no está dentro de nuestro cerebro, por lo tanto tenemos que ser lo suficientemente explícitos y claros, como para lograr que ese lector o interlocutor, genere en sí mismo, esa imagen que nosotros tenemos.
Hagamos un ejercicio práctico. Imaginemos.
Entro en una habitación de una casa antigua. Me detengo en el centro del ambiente y observo (imagino que objetos hay), veo en un rincón una mesita delante de una ventana. La mesita ¿es nueva o antigua?
La imaginamos como queremos, como nos guste más. ¿Tiene tres patas o cuatro?, ¿Está en buen estado o estropeada por el uso y los años?, ¿Tiene un cajoncito? Y si lo tiene, ¿Qué habrá dentro de él?, ¿Un reloj que quedo abandonado y olvidado…? ¿Alguna foto?, ¿Cartas amarillentas por el paso del tiempo? Qué dirán esas cartas…?
¿Centro mi atención en estos detalles, en alguno en especial o sigo observando el resto? Sobre la mesa hay una carpeta bordada a mano, tal vez, sobre ella un pequeño florero, y en él un ramito chiquito y seco de rosas… y hay cortinas entre la mesa y la ventana, ¿cómo están y cómo son esas cortinas? ¿Qué paisaje se puede ver desde esa ventana? Otra vez me ubico en la habitación o me voy al exterior de la casa, mirando con dificultad por vidrios ¿rotos, sucios?.
Podría imaginar que es una habitación moderna, o rememorar alguna vivienda que conocí de chico. Y eso que recuerdo, que evoco, es lo que debo compartir con otro. Tenemos que asociar nuestros recuerdos, o aquello que estamos viendo en nuestra mente, fruto de una imaginación que logramos despertar y está activa. Cuántas más detalles agreguemos a la historia, más serán las cosas que encontraremos para contar.
Y cuando digo “contar”,  lo que espero, deseo y necesito ¡es que me lo digas!
¡Quiero que me hagas sentir lo que sentís vos, autor !
Los cuentos o relatos son cortos, es su característica. En pocas palabras, o escasas páginas, tenés la oportunidad de hacerme parte de tu pensamiento, de tu manera de observar, de  tus sensaciones y en todo esto siempre hay sentimientos. Pero tenés que detallar cada cosa, de manera tal que el otro lo “vea”; insisto con esto porque es fundamental.
La historia la podes llevar hacia la mesa, la ventana, las cartas (que existen si vos querés que existan), sobre el ropero o el piso gastado, o una prenda olvidada sobre una mecedora… es un mundo que vos creas y por lo tanto es tu decisión cómo empieza, se desarrolla y termina. Ese camino es infinito.
Si querés empezar a escribir, no prestes atención a la hoja en blanco. Pensa que para todo lo que querés contar, siempre hay alguien que lo necesita leer o escuchar, siempre habrá alguien que se sienta identificado.

Por cierto, las herramientas son la llave francesa y la llave inglesa…

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