Las personas
deben aprender a soportar tensiones y sufrir desavenencias temporales. El miedo
a las consecuencias negativas es infantil. Sólo cuando estamos preparados para
afrontar las consecuencias de nuestros actos somos libres para seguir siempre
nuevos caminos con la alegría de la experiencia. En cada momento podemos tomar
una decisión. Como personas adultas que vivimos en los tiempos actuales no hay
nada para lo que estemos obligados.
(Como suelo decir en mis talleres: “Somos tan libres que hasta podemos elegir ser esclavos”).
(Como suelo decir en mis talleres: “Somos tan libres que hasta podemos elegir ser esclavos”).
Como es sabido,
quien tiene que hacer una elección también tiene el tormento. Y, así, es
comprensible que busquemos criterios externos a los que podamos ajustar
nuestras decisiones. ¿Se hace esto? ¿Se puede hacer aquello? ¿Es adecuado hacer
esto o aquello? ¿Qué pensarán los demás si…?
Tenemos
interiorizados valores y normas sociales y religiosas y nos adaptamos a ellos.
La mayoría de las veces no somos conscientes de ellos. ¿Son valores como el
amor, la seguridad, la estabilidad o, incluso, la libertad, la aventura y la
pasión, las que determinan nuestra vida? ¿Por qué valores me dejo guiar? ¿De
dónde vienen estos valores? ¿Son razonables para mí estos valores? ¿Qué
concepto de valor debería tener para llevar una vida que me guste? Todas éstas
son cuestiones importantes que me debo plantear cuando quiera hallar las
decisiones acertadas.
Tan importante
como las cuestiones sobre la decisión correcta es la pregunta: ¿Quién es
entonces el que decide? En la mayoría de los casos las decisiones son tomadas
por los tipos de personalidad interior con los que nos identificamos. Por
ejemplo:
·
si sólo admito en mí la parte abnegada y dejo que vegete
la egoísta, entonces la abnegada es la que toma las decisiones.
·
Si me identifico con el papel del que dice SI, entonces
consideraré el mundo según los ojos de este tipo de personalidad. Y, por
supuesto, ésta me animará a no buscar
dificultades y ceder siempre. Sin embargo, si me identifico con mi yo rebelde,
entonces me será imposible acomodarme a la voluntad de los demás.
Sólo un YO consciente
que pueda considerar con distancia ambos polos tiene realmente la libertad de
decisión. Algunas cosas sólo las puedo reconocer cuando las veo y percibo sin
juzgarlas. Mientras somos prisioneros de la polaridad, no es realmente posible
la “visión global”. Este YO consciente no es un estado estático que se puede
alcanzar sino un proceso que hay que vivir. Debo probar y experimentar el SI y
el NO. El YO consciente tiene contacto energético con ambas partes y no ve en
ellos oposiciones incompatibles sino dos polos que se requieren y complementan
mutuamente. No hay que temer por tomar decisiones concretas, incluso si se
siente uno culpable. La necesidad de inocencia es, no obstante, una necesidad infantil.
Queremos que papá y mamá digan “todo está en orden. Incluso cuando decís no, te
quiero”. El desarrollo y el “hacerse mayor”, siempre esta unido a la culpa…
…Quién deja que
los demás decidan por ella, y evita el NO por miedo a las consecuencias, no se
salvará. Sólo quien lo permite, lo experimenta, lo vive, está en posición de
encontrar el equilibrio. Además, se necesita valor para cometer errores y aprender
de ellos. Quien siente el NO en toda su plenitud y ha asumido la
responsabilidad de las consecuencias estará en situación de encontrar un
verdadero SI.
El miedo al NO
es, en última instancia, miedo a ser YO y, con ello, miedo a la soledad. El SI
nos une unos a otros, el NO nos separa. Con el NO arrancamos el brote de la
colectividad. Quien está dispuesto a entregarse a la soledad, a “estar solo”,
su SI irradia una nueva fuerza e intensidad.
¿Te resultó
interesante esta nota?
Si querés
profundizar este tema, te recomiendo el libro “Aprende a decir NO” de Ulrike
Dahm,
¡es excelente !
No hay comentarios:
Publicar un comentario