sábado, 8 de septiembre de 2012

Quien

Parte una estrella rota,
y el infinito prepara sus brazos para atraparla,
y el hombre, prisionero,
no puede hacer más que mirar
y tratar de comprender.
Pobre hombre, hombre pobre,
con sus pies encadenados
al adoquín milenario de la vieja calle.
El espacio se contorsiona, se despereza,
y no podemos más que ser testigos,
minúsculos testigos, de todo y de nada,
del  todo y de la nada,
porque no somos capaces más que de comer
la carne de nuestra propia ignorancia
y beber la sangre de nuestra idiotez extrema.
Cae la tierra cósmica sobre nuestros ojos ciegos,
y gesticulamos bailes perversos
al son de clarines que nos ensordecen, agobiantes…
clarines hechos con huesos ilustres
de sabios no tan sabios.
Cuelgan ideas de éxtasis de las mentes
de los genios, no tan genios,
que apenas son menos ignorantes que los ignorantes
y que infructuosamente
siguen tratando de inventar la justificación
de una piedra rota que vaga,
perdida en el espacio lleno de vacio,
más allá de la nada,
con la insensata creencia paranoica
de llegar a saber, quien,
en la inmensidad del universo,
arrojó la primera piedra

                                    Rubén Chamorro

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