jueves, 6 de septiembre de 2012

Soledad

Mi soledad, es absolutamente mía, nadie la conoce como yo... con ella me siento a tomar un café y conversamos en absoluto silencio. Mi soledad es fiel a mí y yo lo soy a ella, jamás nos mentimos ni exageramos. Camina conmigo, tomándome del brazo, en medio del gentío que grita y vocifera y se hunde en el mundo celular; ellos, todos ellos, también en algún momento están solos con su soledad, pero yo sólo conozco la que me pertenece y me acompaña donde voy, donde estoy.
Camino cada tarde con el apuro de quien no tiene donde ir, ni quien lo espere, pero no me entristece. En las ventanas de los bares me encuentro casualmente con su imagen; ella está ahí, siempre está ahí… a veces pienso que se burla de mi porque adopta mi imagen sobre las ventanas llenas de dedos marcados, dedos arrastrados que parecen haber acariciado una silueta, y se queda mirándome, dibujando una sonrisa triste en un rostro cansado y más envejecido por los sentimientos que por los años.
Mi soledad, es absolutamente mía. Estoy tan apegado a ella  que, cuando se cansa de vagar esquivando hombros,  la cargo sobre los míos.
Los monólogos se tornan gestuales sin darme cuenta; y otros solitarios me miran con un amague de preguntas retóricas, pero ella y yo los esquivamos pegando la mirada en los adoquines y seguimos con esa charla borracha de frustraciones.
Doblo esquinas porque sí hasta que las sombras se estiran y acarician las veredas de enfrente. La luz del cartel me tiñe de blanco y negro y detengo mis zapatos justo frente a lo que queda de la farmacia incendiada… y la miro y no la miro y no sé que veo, porque la verdad –ya lo sabemos- no busco nada; solos, ella, a quien todavía cargo, y yo, reflejados sobre el vidrio tiznado y roto.
Noto la presencia de alguien detrás mío, a la derecha. Lo ignoro. Escucho el ruido de un carrito que llora por un poco de grasa y se queja de sobrepeso. Un solo (otro solo), con su soledad cargada sobre los hombros, se para a nuestro lado sin que crucemos miradas y, en la calle silenciosa, frente a estas ruinas que ya no fuman… alcanzo a escuchar que dicen, o se dicen: ¡Esto, esto no tiene remedio!   
                                                                                                 Rubén Chamorro

No hay comentarios:

Publicar un comentario