viernes, 15 de diciembre de 2017

Citas citables

El poder nunca se gana, siempre se es conferido. Todos somos tan libres que hasta podemos elegir ser esclavos. (RC)

Creer que un enemigo débil no puede dañarnos, es creer que una chispa no puede causar un incendio.

Si soy lo que tengo, y lo que tengo lo pierdo, entonces: ¿Quién soy?

En la tierra hay suficiente como para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos.

Algo difícil de aprender es que puentes hay que cruzar, y que puentes hay que quemar.

martes, 5 de diciembre de 2017

El deseo

El joven caminaba distraído por la playa. De pronto encontró una lámpara, similar a la de Aladín, y mirando hacia todos lados, pensó: "Si alguien me viera frotándola, me sentiría ridículo, pero ¿que tengo que perder?
La froto suavemente y, sorpresa, desde su interior salió un genio que le dijo:
-Por haberme liberado, te concedo un deseo.-
-¿"un" deseo? ¿sólo uno? - dijo el muchacho.
-Sí, sólo uno y piénsalo muy bien antes de pedírmelo.-
El joven lo miro varios segundos hasta que decidió lo que quería, pero primero preguntó:
-Me vas a conceder lo que sea que te pida, sin trampa?.
- Si.- fue la respuesta.
-Mi deseo es que me concedas dos deseos.-
El genio no sabía que contestarle y no encontraba argumentos para negar lo que le pedía; por lo tanto aceptó.
-Habla.- Le dijo.
Mi primer deseo es que mis ganancias mensuales de dinero, se multipliquen por un millón.-
-Hecho. ¿Y el segundo deseo?
-Mi segundo deseo es que me concedas dos deseos...
                                                                                           Rubén Chamorro Nov17

Otro poco de humor

Un señor viaja en su auto y se percata de que esta perdido. Maniobra y pregunta a un hombre que caminaba por el costado del camino:
-Disculpe... ¿podría usted ayudarme? He quedado en encontrarme a las 14:00hs con un amigo. Llevo media hora de retraso y no sé donde me encuentro.
-Claro que si. - Le contesta- se encuentra usted en un auto, a unos 7km del centro de la ciudad, entre 40 y 42 grados de latitud norte y entre 58 y 60 de longitud oeste.
-¿Es usted ingeniero, ¿verdad?- dice el del coche.
-Si señor, lo soy ¿Cómo lo adivinó?
-Muy sencillo, porque todo lo que me ha dicho es "técnicamente correcto", pero "prácticamente inútil". Continúo perdido, llegare tarde y no se que hacer con su información.
-Usted es político ¿Verdad?- pregunta el de la calle.
En efecto.- responde orgullosamente el del vehículo. -¿Cómo lo supo?
Porque no sabe dónde esta ni hacia donde se dirige, ha hecho una promesa que no puede cumplir y espera que otro le resuelva el problema. De hecho, esta usted exactamente en la misma situación que estaba antes de preguntarme, pero ahora, por alguna extraña razón, parece que la culpa es mía.


lunes, 4 de diciembre de 2017

El bar

Encontré en mi camino una ferretería. Mire los precios de un montón de herramientas que ya no necesitaba y, seguramente, no necesitaría nunca, pero es un comercio en el que me gusta detenerme a ver lo que ofrece. En la vidriera, abajo a la derecha, vi con cierto asombro, una tijera de mano para podar que, hace años, intente comprar. La busque en una veintena de negocios y no la pude conseguir en su momento... a buena hora la encuentro. Pero ya no importa. Lo que me interesa, ahora, es ir a tomar un café. En las diez cuadras que recorrí no vi ningún bar, lo que me hace suponer que no faltara mucho para encontrar uno. Lo mismo me ocurre cuando espero un colectivo; después de esperar media hora, no me voy caminando porque pienso: "si hace tanto que no viene ninguno, entonces el bondi debe estar por llegar..."
No me equivoqué, esta vez. Mesitas en la vereda, a pleno sol; con sombrillas que desparraman su sombra por cualquier parte, menos sobre las mesas o sillas. Imposible sentarse afuera en un día tan caluroso. Por suerte había pocas personas en el local, y la que siempre es mi mesa favorita, estaba desocupada. En un rincón y junto a la ventana. Desde esa ubicación, siempre, en cualquier bar, hay una buena vista general. Todo lo que me rodea esta accesible para satisfacer mi incansable curiosidad. Mirar y ver mi entorno. Nunca me dejare atrapar por la pantalla de un celular. Es muy frecuente que cuando alguien descubre un paisaje fantástico, da un paso atrás y saca una foto; mira la realidad desde una pantalla, y ese no es mi caso.
En las paredes, sin revocar, pero bien barnizadas, hay todo tipo de objetos que usualmente serían considerados desperdicios, pero aquí están decorando. Y quedan muy bien; no sé porque los veo elegantes. Chapas patentes viejas, partes de bicicletas, una licuadora, el volante de un viejo Torino, un paragolpes cromado (probablemente del mismo auto), y un tarro lechero, entre otras cosas; le dan un lindo aspecto al lugar. Lo curioso es que en el galponcito de mi casa, tengo tantos o más cachivaches que aquí y sin embargo, el lugar tiene un aspecto casi desastroso. Si le instalara una máquina de café, una mesa y me vistiera de mozo ¿lo vería lindo y agradable...?
Siempre me pregunto: ¿Qué es lo que le da elegancia a un lugar decorado con chapas oxidadas o aparatos rotos y viejos, sobre paredes sin revocar? Probablemente sea el aroma del café, o el de los fiambres, o las facturas recién horneadas, o la música de Sabina, que tanto me gusta, contando historias de amores ganados o perdidos, o la tranquilidad que se percibe en los que van a desayunar, alejándose de la locura cotidiana. hay un señor bastante mayor que yo, que no es poco, a quien el cortado se le enfrió hace varias páginas de su libro y la medialuna se entibió al sol que entra por el vidrio manchado de calcomanías despegadas y letras borroneadas. Una pareja joven conversa y escriben y dibujan, en un cuaderno que giran y giran, hasta que él se levanta y se sienta junto a ella; distingo en eso un proyecto que está comenzando a tomar forma. Sonrientes. Los dos con los codos sobre la mesa, ella apoya la frente sobre la mano, la mano de él frota su mentón como buscando una respuesta...
El perro lazarillo emite un ladrido suave, al tiempo que su dueño extiende su brazo y dibuja algo en el aire, pidiendo la cuenta; con la certeza de que el mozo ya lo miró. No veo a nadie exasperado o nervioso. Eso baja mi ansiedad y noto que yo tampoco, ahora, me siento con la necesidad de salir corriendo, aunque no tengo que cumplir ningún horario. La ansiedad es contagiosa. Muchas veces me apuro sólo porque los que me rodean están apurados; corro por la aceleración de otros. Me río cuando me percato de esto. Aquí es como que todos bajamos un cambio.
El mozo acaricia al perro y apoya su mano en el hombro del cliente, intercambian algunas palabras que no escucho, pero se ríen con ganas y se despiden amigablemente.
Miro por la ventana y veo gente que gesticula ampulosamente, mientras hablan por celular; otros no pueden esperar que se detengan los autos y se cruzan peligrosamente entre ellos. Dos muchachos se cruzan y saludan sin detenerse. No tienen tiempo. Sus respectivos aparatitos adheridos a las manos izquierdas, los conectan con todo el mundo pero no les dejan un minuto libre para intercambiar algunas palabras personalmente.
Mi café también se empezó a enfriar y lo apuro de un sorbo; mis medialunas ya son historia y la ferretería ya debe estar abierta. Voy a comprar esa tijera. Después de todo es bueno, cada tanto y en la medida de lo posible, adquirir algo que se quiere solo porque se quiere y no porque se necesite.
Extiendo mi brazo y hago un dibujo en el aire, mirando hacia el mostrador. El mozo me mira y viene con gesto sonriente y amigable,
                                                                                                             Rubén Chamorro  Dic17